viernes, 25 de septiembre de 2009

Afganistán: cuando los comunistas defendían los derechos de las mujeres.





por : Jose Antonio Egido
La prensa y los gobiernos occidentales han encontrado ya un nuevo "Satán" que sustituye a los obsoletos Milosevic, Sadam Hussein, Gaddafi...: el terrorista islámico Bin Laden que les sirve para legitimar nuevas aventuras militares avivando los bajos instintos y la ignorancia de la opinión pública ¿Sabe alguien que dicho terrorista es un colaborador de la siniestra agencia de espionaje CIA desde 1979? ¿Sabe alguien que en Afganistán hubo de 1978 a 1992 un régimen progresista que protegió activamente los derechos de las mujeres? ¿Sabe alguien que para derrocarlo el gobierno USA creó y armó una corriente fanática integrista a la que hoy atribuye los atentados del 11 de setiembre? Afganistán: cuando los comunistas defendían los derechos de las mujeres.

La prensa y los gobiernos occidentales han encontrado ya un nuevo "Satán" que sustituye a los obsoletos Milosevic, Sadam Hussein, Gaddafi...: el terrorista islámico Bin Laden que les sirve para legitimar nuevas aventuras militares avivando los bajos instintos y la ignorancia de la opinión pública ¿Sabe alguien que dicho terrorista es un colaborador de la siniestra agencia de espionaje CIA desde 1979? ¿Sabe alguien que en Afganistán hubo de 1978 a 1992 un régimen progresista que protegió activamente los derechos de las mujeres? ¿Sabe alguien que para derrocarlo el gobierno USA creó y armó una corriente fanática integrista a la que hoy atribuye los atentados del 11 de setiembre?

Queremos que se conozca el drama del pueblo afgano en las vísperas de una nueva situación dolorosa y que aparezcan al descubierto todas las maniobras sucias realizadas por el imperialismo USA para someter y sojuzgar a dicho pueblo.

Afganistán: su tremendo atraso feudal

Afganistán ha sido y hoy sigue siendo uno de los países mas atrasados del Mundo caracterizado por la pobreza de su población, su heterogeneidad étnico cultural, sus relaciones sociales arcaicas y el dominio ejercido por una casta de señores feudales que se apoyan en la religión musulmana para autolegitimarse. Según datos de UNICEF en 1969 la tasa de mortalidad de niños menores de 5 años era la mayor del mundo: 380; la tasa bruta de mortalidad infantil era de las mayores: 30; la esperanza de vida era de 33 años. El atraso era padecido especialmente por las mujeres: en 1960 el 15 % de los niños acudía a la escuela pero únicamente el 2 % de las niñas. En 1970 el 13 % de los hombres estaba alfabetizado y sólo el 2 % de las mujeres.

El país era una monarquía de tipo medieval que ejercía un poder escaso y nominal sobre un conjunto de señores de la guerra y dirigentes étnicos y tribales asimismo dueños de la tierra.

En 1973 el rey Mohammed Zahir Shah fue derrocado por su primo Mohammed Daud que estableció un régimen republicano. Dicho régimen permitió la actividad de un Partido Comunista llamado Partido Democrático del Pueblo de Afganistán (PDPA), que tenía su base en la escasa intelectualidad urbana, los poco numerosos estudiantes y algunos oficiales del ejército. Su programa se centraba en la reforma agraria, la liberación de la mujer y la alfabetización de la población a desarrollar por un gobierno de ?obreros, campesinos, intelectuales ilustrados y progresistas, artesanos, la pequeña burguesía y los capitalistas nacionales?.

El nuevo régimen no sacó al país de su atraso y en 1978 intentó suprimir el PDPA. La revolución de abril.

Sus partidarios en el ejército contraatacaron y derrocaron a Daud tomando el poder. El PDPA era un pequeño partido de 15 mil militantes dividido en varias fracciones. Una de ellas se hizo con el control del gobierno y reprimió a sus rivales. El fundador del partido Mohammed Taraki fue asesinado y varios miles de sus militantes encarcelados. Sus abusos echaron a los brazos de la oposición feudal a un sector campesino.

Pero el principal peligro viene de la contrarrevolución activamente apoyada y armada por la CIA norteamericana.

El gobierno USA y su CIA estimulan la creación de grupos terroristas formados por señores feudales afectados en sus privilegios por las reformas progresistas impulsadas por el PDPA en el gobierno. En 1978 la CIA instala en Islamabad (Pakistán) un cuartel general encargado de dirigir la guerra y el terrorismo contra el gobierno comunista. El asesor del presidente Carter Zbigniew Brzezinski coordina el suministro de armas a los terroristas. El agente de la CIA Louis Dupree dirige los instructores que adistran a terroristas en 120 campos de entrenamiento creados en Pakistán. La CIA coordina una coalición de gobiernos reaccionarios involucrados en esta guerra contra Afganistán: servicios secretos de la OTAN, Israel, Arabia Saudita y por supuesto la dictadura pakistaní. La ayuda que reciben las bandas terroristas era de mil millones de dólares anuales, proporcionados en su mayoría por los USA. Esta masa de dinero sirve para crear un fuerte movimiento integrista y extremista. Ante la magnitud de la ingerencia extranjera la URSS decide intervenir militarmente para sostener el gobierno afgano y depurar la camarilla que había cometido graves abusos.

En 1979 el rico saudí Usama Bin Laden colabora estrechamente con la CIA en la guerra sucia. Bin Laden integra las filas del Partido Islámico de Gulbudin Hekmatyar, antiguo jefe de la organización reaccionaria Hermanos Musulamanes también conectado con la CIA. Hekmatyar y sus terroristas se dedican a quemar vivos a campesinos, a destruir cientos de escuelas y hospitales, puentes y mezquitas. Otros jefes contrarrevolucionarios son ricos señores feudales: Mojaddedi era dueño de 2000 hectáreas, Mohammed Nabbi además estaba conectado con el Mossad sionista, Rabani era además exportador de alfombras. Son teólogo-terroristas que emplean el Islám para recuperar sus tierras y volver a explotar a los campesinos pobres.

Las reformas progresistas de la Revolución.

Los comunistas afganos tomaron medidas para sacar al Pueblo del atraso y la miseria. En un primer momento distribuyeron tierra a 250 mil campesinos, abolieron todas las deudas contraidas por los campesinos con los terratenientes, liberaron 8 mil presos políticos, declararon la educación universal para ambos sexos. La tasa de mortalidad infantil de menores de 5 años pasa de 380 en 1960 a 300 en 1988; el 80 % de la población urbana accede a servicios de salud; el 63 % de los niños y niñas realizan integramente el curso escolar en 1985-87; la esperanza de vida pasa de 33 años en 1960 a 42 en 1988. Centenares de miles de personas son alfabetizadas. Se aumenta en un 50 % el número de médicos, se dupkica el total de camas en los hospitales; se crean por primera vez jardines de infancia y casas de reposo para los trabajadores.

El gobierno comunista se esfuerza en sacar a las mujeres del tremendo atraso y opresión que sufren: el analfabetismo femenino es reducido del 98 al 75 % y miles de mujeres afganas dejan de usar el chador. Se incorporan a la producción e integran los destacamentos populares de defensa de la revolución con las armas en la mano. Los afiliados del PDPA que practican la poligamia son expulsados del partido. Incluso se incorporan a la vida política: las mujeres son una décima parte de la militancia del PDPA, cifra insuficiente pero que es un gran avance en comparación con la exclusión absoluta que sufren hoy bajo el régimen de los talibanes. La vicepresidenta de la Unión de Mujeres Democráticas Safika Razmiha declaró en 1988:"si no se logra la igualdad de la mujer en nuestra sociedad, es imposible avanzar por el camino del progreso social. Muchos miles de mujeres afganas aún están encerradas en los harenes, millones ocultan su rostro bajo el chador y el 75 % de ellas son analfabetas. La revolución afgana realiza un ingente trabajo para emancipar a la mujer. Pero la correlación de fuerzas es todavía favorable a los atrasos feudales".Pero la prioridad es la guerra.

Pero es la guerra subversiva y terrorista a gran escala la principal preocupación del gobierno progresista y del Ejército Soviético que intentan defenderse de las oleadas de fanáticos que se lanzan desde los campos de Pakistán. De 1978 a 1986 destruyen casi 2 mil escuelas y 31 hospitales, saquean 906 cooperativas campesinas, destruyen empresas, centrales eléctricas y 41 mil km. de líneas de comunicación. Los que el presidente USA Reagan llama "luchadores de la libertad" entrenados por la CIA, Bin Laden entre ellos, se dedican a matar sin piedad mujeres, niños, ancianos, clérigos partidarios del gobierno, maestros. Matan al superior de la mezquita central de Kabul Maulan Abdul Hamid. Envenenan a cien adolescentes de 14 a 18 años de un liceo femenino de Kabul. Explotan bombas en una plaza comercial llena de gente, en un cine cuando se proyectaba una película para niños. Destruyen aviones civiles de la Afgan Airlines y otras compañias con los misiles Stingers norteamericanos y Blowpipes ingleses. Mas de 200 pasajeros son asesinados sin derecho al despliegue propagandistico de que son objeto los pasajeros de los aviones secuestrados el 11 de setiembre. La guerra está apoyada por la propaganda. En relación al pueblo afganos emiten 8 emisoras gubernamentales dirigidas por "Radio Kabul Libre" filial de la radio de la CIA la "Voz de America" instalada en Pakistán en lenguas afganas.

Los USA consiguen agotar a la URSS en esta guerra de desgaste en la que los asesinos integristas matan a miles de soldados soviéticos. En 1989 el traidor Gorbachov decide abandonar a su suerte al gobierno comunista retirando el Ejército Rojo sovietico. Investigadores norteamericanos reconocen que la CIA y el servicio secreto pakistaní ISI trabajaron intensamente codo a codo para derrocar dicho gobierno e instalar un poder integrista islámico . Para los años 90 miles de terroristas árabes son veteranos de esta guerra sucia y están dispuestos a aplicar sus métodos criminales contra la población campesina y lo soldados de Argelia, los cristianos coptos de Egipto, los civiles serbios y croatas y los comunistas de Bosnia-Herzegovina,etc.. La implicación de la CIA en la creación de ese foco de fanatismo dirigido contra los progresistas, los comunistas y la URSS es absoluta. La CIA pagaba los salarios de 4200 funcionarios de los partidos de oposición.Caída de la esperanza y llegada del caos.

La oposición llamada en Occidente, incluso por la izquierda "de salón" "Resisencia", que no es mas que un amasijo de 300 comandantes enfrentados entre si y acostumbrados a llenarse los bolsillos con los dólares de la CIA, termina en 1992 por derribar el gobierno comunista. Las conquistas sociales son liquidadas y el país pasa a un nuevo tipo de guerra civil entre los diferentes jefes tribales.

La CIA, el régimen saudí y el general pakistaní Nasrullah Babar forman un grupo integrista aún más fanático y brutal que toma el poder en Kabul en 1996, los talibanes. Los USA pretenden que este régimen no dificulte la instalación de oleoductos que transporten el petróleo centro-asiático a manos de las petroleras yankis. Otras vías alternativas por Irán y China no son posibles. Los talibanes hacen saber mediante dos gestos lo que va a ser su política: arrastran por las calles de Kabul y cuelgan al último presidente comunista, Najibullah, y ordenan a las mujeres a esconderse debajo de de una espantosa pieza de tela. Sus antiguos amos de la CIA pensaron seguramente que su operación había tenido éxito y que Kabul "ya era libre". Poco imaginaban y tampoco sus aliados de la OTAN que los fanáticos integristas se iban a volver contra ellos cometiendo los devastadoras atentados de EEUU y otros lugares.

El pobre pueblo afgano tuvo una oportunidad de obtener un desarrollo pacífico y construir una sociedad más justa. La única ayuda que recibieron de Occidente fue las armas de los bandidos integristas, después las lágrimas de cocodrilo de algunas feministas pequeñoburguesas, los misiles de Clinton y hoy una nueva agresión contra el régimen que los propios occidentales contribuyeron a instalar. Pobre pueblo. Nuestro recuerdo para sus valientes hijos comunistas y patriotas.

Jose Antonio Egido

viernes, 18 de septiembre de 2009

¿Donde están hoy los heroicos comunistas afganos?





Después de que Gorbachov traicionase en 1989 a la República Democrática de Afganistán (RDA) y a su presidente Mohammed Najibullah, ésta resistió en solitario 3 años mas hasta que Eltsin le cortó el petróleo y la CIA ordenó a las bandas contrarrevolucionarias que tomasen Kabul , lo que hicieron el 18 de abril de 1992. El general Dostum se pasó a la contrarrevolución y contribuyó a la derrota. Hoy es uno de los mas sanguinarios "señores de la guerra". Las Fuerzas Armadas, las milicias de autodefensa y las organizaciones socioprofesionales agrupaban a 500 mil personas, el partido Watan, heredero del Partido democrático Popular (PDPA), tenía 150 mil miembros. Los feudales disolvieron el Watan, asesinaron a numerosos comunistas y miles de ellos hubieron de exiliarse para no seguir la misma suerte.
Después de que Gorbachov traicionase en 1989 a la República Democrática de Afganistán (RDA) y a su presidente Mohammed Najibullah, ésta resistió en solitario 3 años mas hasta que Eltsin le cortó el petróleo y la CIA ordenó a las bandas contrarrevolucionarias que tomasen Kabul , lo que hicieron el 18 de abril de 1992. El general Dostum se pasó a la contrarrevolución y contribuyó a la derrota. Hoy es uno de los mas sanguinarios "señores de la guerra". Las Fuerzas Armadas, las milicias de autodefensa y las organizaciones socioprofesionales agrupaban a 500 mil personas, el partido Watan, heredero del Partido democrático Popular (PDPA), tenía 150 mil miembros. Los feudales disolvieron el Watan, asesinaron a numerosos comunistas y miles de ellos hubieron de exiliarse para no seguir la misma suerte. Recordamos con respeto al ex ministro de recursos en agua y regadio, profesor Mahmad Mansur Hashemi, al ex comandante de Kabul Mahmad Dost, al ex ministro del Plan Sher Mohamad Shahan, al ex presidente de la Corte Suprema Karim Shadan vilmente masacrados. A 500 milicianos secuestrados en Helmand. A 20 oficiales de seguridad asesinados en abril 1994. A los Soldados que fueron masacrados en el Sur y este del país en 1992.

En 1996 los talibanes, aplaudidos por la secretaria de Estado yanqui Madelein Albright, masacraron al ex presidente Najibullah por el que hoy muchos habitantes de Kabul, Gardez y otras ciudades sienten mucho cariño.

Los comunistas fueron retornando a partir del 2001 y con un perfil bajo han organizado varios partidos que se reivindican del PDPA. El general Nur al-Haq Ulumi, antiguo jefe del cuerpo de ejército de Kandahar y diputado, dirige el Partido Nacional Unificado que agrupa a comunistas y antiguos dirigentes del gobierno Najibullah que en las elecciones de 2005 presentó 68 candidatos en 30 provincias.

En 2006 Ulumi y el ex ministro del Interior comunista Sayyid Mohamad Golabzoi formaron un Frente Nacional con antiguos jihadistas y diversos grupos sociales y étnicos. Los comunistas mantienen redes en la administración y en los niveles locales de los servicios de seguridad.

Los imperialistas vigilan para que los comunistas no puedan recuperar el poder. Prefieren un Afganistán devastado y brutal a un Afganistán moderno, socialista y democrático como lo intentó ser la RDA con apoyo soviético. El pueblo afgano no olvida: la emisora de radio Watandar ha realizado una encuesta en 4 provincias. El 93,2 % de los encuestados considera que el gobierno de Najibullah fue el que mejor respondió a sus intereses.

miércoles, 16 de septiembre de 2009

Nacionalización (sin indemnización) y dictadura del proletariado; Reformismo vs. Revolución.


Nacionalización (sin indemnización), control obrero y dictadura del proletariado; Reformismo vs. Revolución.

*Manuel Sutherland

Ante la copia de métodos burgueses de gobierno (control social), vuelven a la palestra Tres planteamientos expresados en el título de este escrito, que se constituyen como elementos de política realmente revolucionaria que darían un vuelco total al proceso bolivariano, cuya intención general, está orientada a la negación de la lucha de clases y a la conciliación de las mismas. Dichos avances, son el anatema de la burocracia e "intelectualidad" más abyecta, que suele aplaudir como focas en circo, cualquier novedosa ocurrencia del gobierno Bolivariano como: El trueque o el Banco Popular (Proudhon). Tres expresiones legítimas del desarrollo superior de la lucha de clases, son frecuentemente estigmatizadas por quienes blandiendo blasones rojos, argumentan la imposibilidad de mayor velocidad. Nacionalización (sin indemnización), control obrero y dictadura del proletariado; Reformismo vs. Revolución.

*Manuel Sutherland

Ante la copia de métodos burgueses de gobierno (control social), vuelven a la palestra Tres planteamientos expresados en el título de este escrito, que se constituyen como elementos de política realmente revolucionaria que darían un vuelco total al proceso bolivariano, cuya intención general, está orientada a la negación de la lucha de clases y a la conciliación de las mismas. Dichos avances, son el anatema de la burocracia e "intelectualidad" más abyecta, que suele aplaudir como focas en circo, cualquier novedosa ocurrencia del gobierno Bolivariano como: El trueque o el Banco Popular (Proudhon). Tres expresiones legítimas del desarrollo superior de la lucha de clases, son frecuentemente estigmatizadas por quienes blandiendo blasones rojos, argumentan la imposibilidad de mayor velocidad. Tres resultados y a la vez conquistas teóricas llevadas a la praxis en decenas de revoluciones e intentos, son aborrecidas por quienes tras bambalinas, apuestan a nada que cambie y a la más exasperante ralentización del ya gradual Proceso venezolano. ¿Pero por qué sucede eso?, ¿Cómo se vadean las urgentes tareas en aras de una altisonante unidad y de un metafísico confiar en una gradualidad, que nos entregué la sociedad del bienestar, que la historia se empeña en demostrar que por la vía de las reformas sería imposible?



Las nacionalizaciones (sin indemnización) o expropiación en el seno del Estado Obrero

Recuerdo aquella cita de Lenin, al final de su libro Imperialismo, Fase superior del Capitalismo, en la cuál nos trae un apotegma de Saint Simón (1760-1865), donde se revela la necesidad de ordenar el caos capitalista, construir un ente que de manera Central organice la producción, distribución y consumo para satisfacer las necesidades estructurales de la población. Todo ello, es evidentemente perentorio, en aras de aprovechar los recursos y las fuerzas de trabajo empleadas en lo que realmente amerita la población, eliminando el gasto en armas, drogas, prostíbulos, casinos y los millonarios subsidios a la ineficiente burguesía criolla. Pero, ¿si esto es tan evidente, porqué no llevarlo a cabo? Fácil, por la Propiedad privada de los medios de Producción, que permite el usufructo del trabajo ajeno y autoriza a la burguesía a dirigir la producción de los bienes materiales, que garantizan la existencia de la vida. Esa dirección general de la producción por el empresariado, está hecha única y exclusivamente para generar ganancias, las más altas posibles en el menor tiempo posible. Por ello, surgen los fenómenos (que el gobierno achaca a la "maldad" o falta de nacionalismo de los empresarios criollos, como si no hubiera burguesía extranjera que hace lo mismo) de desabastecimiento, inflación, acaparamiento y la tan fementida especulación, que el chavismo sueña con solucionar con regulaciones, cuando no entiende que todo comercio es especulación, y que la ganancia que ellos llaman "exorbitante", es la búsqueda perenne y natural de todo empresario. Así, que empeñarse en la necesidad de conservar la propiedad privada, es la piedra de tranca que impide todo avance cualitativo en la estructura social venezolana.

Por lo anteriormente expuesto, es menester acabar con la anarquía en la decisión económica, que permite que se produzcan millones de mercancías inútiles, que jamás realizarán su valor, y que acarrean inmensas pérdidas de trabajo humano. Sin embargo, para lograrlo es imposible emprender un quimérico proceso de reeducación y refinamiento de la burguesía nacional, como lo hace el gobierno. No hay forma de Planificar conscientemente todo lo que óptimamente se debe y requiere producir, para satisfacer las necesidades sociales, si el modo de producción capitalista sigue vigente en país (el 70% del PIB, fue producido por el sector privado en el 2008).

La imposibilidad de programar, se entiende a simple vista, en la manera en que cada agente económico actúa de forma libérrima frente al mercado, y por ende, puede destinar su capital (plusvalía enteramente extraída a la Clase Obrera) a los negocios que virtualmente le de la gana, en el momento que le de la gana. Así, cuando se puede requerir inversiones en el agro o en el área de la manufactura, el empresario decide jugar a la ruleta de la bolsa de valores o invertirlo en importar películas pornográficas (muy en sintonía con el porno ejército de USA). De esa forma, se denotan las distorsiones económicas que la mano invisible de manera mágica, no logra equilibrar, y el caos se avecina con una pingüe cantidad de quiebras y de bares repletos de despechos monetarios. Así, la nacionalización sin indemnización, o premio a al burguesía por explotar y expoliar al pueblo, es una tarea inaplazable de cualquier gobierno ligeramente sensible al hambre y al atraso del nuestro.

La revolución no tiene nada que ver con las reformas y cambios sucesivos

Algunos dicen que no es necesaria una revolución socialista, es decir, un cambio realmente drástico donde una clase destruya los cimientos políticos y el poder económico de otra. Abiertamente comentan, que: "poco a poco, iremos arreglando las cositas que halla que acomodar". Una visión así, sólo proviene de quien se está beneficiando del sistema, y sólo aboga por su sostenimiento (reformismo). Ellos, plantean ligeros cambios que no cuestionen la esencia explotadora y opresiva del sistema, estando en los puestos de poder, para mantener la opresión y explotación (reformismo). Tratar de modernizar los aparatos del estado burgués y no destruir todas las relaciones sociales que en el se sustentan es reformismo. Creer que el Estado hecho por y para los capitalistas, es neutro o un aparato útil para la transformación (es reformismo). Creer que se pueden cambiar las mentes, las formas del pensamiento e inducir a la solidaridad y a la cooperación dentro de una sociedad capitalista, donde la avaricia y la destrucción de los competidores es un valor que se desarrolla en los centros de deformación ideológica (escuelas, liceos, universidades, televisión, prensa etc.) no es más que reformismo.

Pero las reformas tienen un fin claramente antirrevolucionario. Las mismas, son planteadas para atenuar la lucha de clases y frenar los intentos de emancipación de una clase oprimida. Las reformas son concesiones que en momentos de peligro la burguesía se ve obligada a ceder, para evitar un mal superior: la revolución socialista. En la revolución perderían su dineraria autoridad de mandar, explotar y humillar a millones, es decir, se les expropia el capital que fue producido por los trabajadores y que ellos expropian a diario.

Las reformas, como agregación o sumatoria, no conducen a la revolución, ni una acumulación de reformas produce la revolución, por el contrario, tienden a atenuar el espíritu de transformación del sistema, y a convertir a una densa capa de los administradores de ese bodrio, en fríos y estólidos burócratas. Tampoco la acumulación de buenas reformas resulta en revolución. Las mejores reformas apenas podrían medran el poder de la burguesía, pero la burguesía como clase dominante busca compensaciones y ejerce presiones para seguir fortaleciéndose de cualquier forma, y su robustecimiento radica en su próximo regreso al poder político, donde ajustará cuentas con quienes cuestionaron su proceder (el fascismo en Chile, luego de las concesiones "democrático burguesas" de Allende, causó la muerte a cientos de miles, y el atraso en el proceso revolucionario de toda América latina)



¿Podemos cambiar con reformas nuestra conciencia capitalista?

Creer que se pueden hacer ligeros cambios y poco a poco ir "concientizando" a las masas, para luego hacer avanzar al "proceso" a instancias superiores, se equivocan de plano. La mayoría de las gentes (gentes, por decir algo) que insinúan tamaño despropósito, saben de antemano que pretender cambiar la mentalidad capitalista (ellos la llaman Consumista) sin derrotar el capitalismo, es una falacia del tamaño del Empire State (usando un ejemplo muy capitalista). En su fementido "error", creen que las bases pueden dejar de ser reproductores de plusvalía ideológica (Ludovico Silva) mientras a diario van a centros de-formación ideológica, en los cuales se les inocula la fraseología hueca y reaccionaria de la "normalidad" del sistema, del salario justo, de la "sana" competencia, la empresa con responsabilidad social etc.

No sólo es eso, los trabajadores al llegar al trabajo tienen jefes que los pisotean y al salir del laburo, ven que la sociedad premia a los explotadores con fortunas aptas para comprar: amor (sexo), amistad (adulación), respeto (miedo) y cultura (libros que jamás serán abiertos). Mientras quienes se afanan y no se aprovechan del trabajo de nadie (OJO: obreros, no empresarios Bolivarianos), tienen como recompensa la miseria. ¿Más?, los mal llamados medios de comunicación, mejor denominados como: aparatos de propaganda ideológica, realizan la labor de machacar la falsa conciencia, irrigando dosis de de-formación filosófica capitalista, que los conmina a ser "buenos" esclavos, a trabajar para otros con gusto, a soñar en explotar a otros, o aprovecharse sexual y emotivamente de los demás y solidificar el egoísmo que sólo ve soluciones a sus problemas dentro de sí mismo. Esta metafísica burguesa, hace confundir a las masas, disfrazando que el conflicto es social y que su salida estructural radica en transformar estructuralmente TODO EL SISTEMA capitalista. Pensar lo contrario es reformismo.

¿Es revolucionario ser "progresistas o insultar a EEUU y querer al Pueblo?

La revolución no son pasitos que se dan hacia algo mejor, esbozado de manera difusa y chapucera. La revolución tiene enemigos, además de los tránsfugas, esquiroles y reformistas. ¿Quiénes son?, la burguesía, los terratenientes y los políticos que detrás del progresismo niegan la revolución. La burguesía, no es sólo la Gente que vive del trabajo que realizan otros, contratados bajo relaciones salariales formales. También hay burgueses informales, legales o ilegales (burgueses de la droga, casinos, burdeles etc.) Todos ellos, se esfuerzan denodamente en acumular riquezas que crecen de forma inversamente proporcional a la pobreza que generan. Todos ellos, más que nunca y 24 horas al día, hacen denodados arrestos de profundizar la lumpenización del pueblo más pobre, sometiéndolo a procesos de depauperación intelectual, material y espiritual.

Los Patroncitos organizan el trabajo, según sea vayan distribuyendo el capital por determinada actividad, por ello, controlan: ¡qué, cómo, cuándo y dónde se producirán la totalidad de bienes que debemos consumir para poder sobrevivir¡ Esa elite, cada vez más reducida, direcciona todos los procesos productivos, mediante su posesión cada vez más concentrada y centralizada del capital, entendida en este caso, como la totalidad de medios de producción que sirven para producir los bienes y servicios que consumimos.

Por tanto, si ellos lo tienen todo, de que sirve ocupar el estado (una construcción suya apta para administrar sus intereses de clases y defenderlos ante cualquier sublevación de los oprimidos) si no se hará la revolución. El pueblo se cansa y obstina. Su apoyo no es incondicional, no es un chorro que se abre y cierra en cada elección (o única forma alienada de participación política), los problemas acuciantes ya pocos se los endilgan al pasado; la pobreza, el hambre y la lumpenización profunda que la burguesía en sus diversos roles ejerce sobre la población, impedirá avances sólidos de las bases, si sus relaciones sociales son abiertamente capitalistas, antagónicas y hostiles.

¡Expropiar o no Expropiar, he ahí un dilema, de quienes de socialismo nada saben¡

Sólo arrebatándoles el capital, que es nuestro, que fue producido por la clase trabajadora y expropiado por los patrones, se podrá re-organizar el trabajo, para evitar la miseria, la desocupación, la infelicidad y esa sensación de desasosiego que generan la explotación y las diferencias de clase que con las reformas, generalmente se acentúan. El entusiasmo de las bases populares por el socialismo no es eterno, se extingue si no hay medidas socialistas que revolucionen el des-orden anárquico burgués. La gente se cansa de esperar y es imposible comprar con asistencias, dádivas y clientelismo a toda la clase obrera. O se hace la revolución, o el papel que se ejerce es el de cerrar las vías hacia ellas, el de contener el descontento, la rabia y canalizarlo por la vía institucional burguesa, fortaleciendo a la clase que disfruta y sobrevive gracias a la indigencia. Sin expropiación no habrá revolución, y sin ella, lo que queda es la barbarie.

*Manuel Sutherland (Ccs. 12-09-2009)

Coordinador de Formación de la Asociación Latinoamericana de Economía Política Marxista (ALEM)

sábado, 12 de septiembre de 2009

(Documentos desclasificados) diálogo entre Tatcher y Gorbachov Dos meses antes de caída del Muro.


La Primera Ministra afirmó que Europa no quería una Alemania unida, porque afectaría la estabilidad de la región.

Dos meses antes de la caída del Muro de Berlín, Margaret Thatcher manifestó al Presidente Mijaíl Gorbachov que ni Gran Bretaña ni Europa Occidental querían la reunificación de Alemania y dejó en claro que deseaba que el líder soviético hiciera lo posible por frenarla. La Primera Ministra afirmó que Europa no quería una Alemania unida, porque afectaría la estabilidad de la región.

Dos meses antes de la caída del Muro de Berlín, Margaret Thatcher manifestó al Presidente Mijaíl Gorbachov que ni Gran Bretaña ni Europa Occidental querían la reunificación de Alemania y dejó en claro que deseaba que el líder soviético hiciera lo posible por frenarla.

En una reunión extraordinariamente franca con Gorbachov en Moscú en 1989 -sobre la que nunca antes se informó completamente-, Thatcher señaló que la desestabilización de Europa del Este y el fracaso del Pacto de Varsovia no estaban tampoco en los intereses de Occidente.

Ella observó los enormes cambios que estaban sucediendo en Europa del Este, pero insistió en que Occidente no presionaría en pro de una "descomunización". Ni tampoco haría nada que pusiera en riesgo la seguridad de la Unión Soviética.

Incluso 20 años después, es probable que las observaciones de la ex Primera Ministra causen conmoción, porque ella admitió que lo que decía era muy diferente de las declaraciones públicas de Occidente y los comunicados oficiales.

Impacto

Los expedientes detallan cómo los rusos reaccionaron a los tumultuosos hechos de 1989 y revelan los intentos desesperados de Gran Bretaña y Francia por detener las acciones tendientes a la reunificación alemana mediante gestiones con la URSS para que ésta se opusiera.

Igualmente muestran la completa estupefacción en el Kremlin frente a los disturbios en toda Europa Oriental y la huida de miles de alemanes del Este a Hungría y Checoslovaquia.

Y dejan en claro el odio de Gorbachov por los viejos líderes comunistas de Europa del Este; él se refirió una vez al alemán Erich Honecker como una "persona detestable".

Thatcher sabía que sus observaciones causarían una disputa si se las daba a conocer. Ya andaba buscando la controversia -especialmente entre los partidarios de Solidaridad en Polonia y Occidente- al decirle a Gorbachov que estaba "profundamente impresionada" por el valor y el patriotismo del general Wojciech Jaruzelski, el líder comunista polaco. Hizo notar, con aprobación, que Gorbachov había reaccionado "con tranquilidad" a los resultados de las elecciones polacas, en las que los comunistas fueron derrotados por primera vez en comicios abiertos en Europa del Este, y a otros cambios en la región.

"Lo que yo entiendo de su posición es lo siguiente: recibe con agrado el que cada país se desarrolle a su modo, con la condición de que el Pacto de Varsovia continúe vigente. Entiendo esta posición perfectamente".

Luego la ex Primera Ministra lanzó su bomba. Solicitó que sus observaciones siguientes no se registraran. Gorbachov aceptó, pero las transcripciones del Kremlin las incluyeron de todos modos, con la indicación lacónica: "La siguiente parte de la conversación se reproduce de memoria". Ella habló de su profunda "preocupación" por lo que estaba sucediendo en Alemania del Este. Precisó que podrían estar preparándose "grandes cambios". Y por eso su temor a que todo esto llevara finalmente a la reunificación alemana; un objetivo oficial de la política occidental por más de una generación.

Ella aseguró al líder soviético que el Presidente Bush (padre) tampoco quería hacer nada que los rusos pudieran ver como una amenaza. Esa misma afirmación escuchó Gorbachov en la cumbre soviético-estadounidense frente a Malta.

Pero Thatcher no era la única preocupada por el tema. Un mes después de la caída del muro, Jacques Attali, asesor del Presidente francés François Mitterrand, se reunió con Vadim Zagladin, asesor de Gorbachov.

Attali señaló que la negativa de Moscú a intervenir en Alemania del Este había "desconcertado al liderazgo francés" y preguntó si "la Unión Soviética hizo las paces con la perspectiva de una Alemania unida y no tomará ninguna medida para impedirla. Esto ha provocado un temor cercano al pánico". Luego declaró: "Francia no quiere de ningún modo la reunificación alemana, aunque comprende que al final es inevitable".

En abril de 1990, cinco meses después de la caída del Muro, Attali manifestó que el espectro de la reunificación estaba provocando pesadillas entre los políticos franceses. Los documentos lo citan cuando dice a Mitterrand que él "se iría a vivir a Marte" si eso sucediera.

Anatoli Chernayev, asesor del Kremlin y encargado de los vínculos con los demás partidos comunistas, observó en su diario que "toda Europa" estaba hablando con gran entusiasmo de Gorbachov en Berlín. "Y todo el mundo está susurrando en nuestro oído, 'Es bueno que la URSS haya expresado delicadamente su posición contra la reunificación alemana'".

Los políticos que se reunieron con asesores de Gorbachov en Europa "dicen al unísono que nadie quiere una Alemania unificada". De un modo sorprendente, observó Chernayev, en Francia Mitterrand estaba incluso pensando en una alianza militar con Rusia para detenerla, "camuflada como un uso conjunto de ejércitos para combatir los desastres naturales".

"No queremos una Alemania unida. Esto conduciría a un cambio en las fronteras de posguerra y no podemos permitirlo porque ese hecho debilitaría gradualmente la estabilidad de toda la situación internacional y podría poner en peligro nuestra seguridad".

MARGARET THATCHER Ex Primera Ministra británica.
Archivos secretos

Estas declaraciones surgen de expedientes oficiales del Kremlin que se sacaron ocultos de Moscú. Después que Gorbachov dejó el poder en 1991, copias de los archivos de Estado se llevaron a su fundación personal en Moscú. Hace algunos años Pavel Stroilov, un joven escritor que hacía investigaciones en la fundación, comprendió el enorme significado histórico de éstos. Copió más de mil transcripciones y se las llevó cuando se trasladó a Londres para seguir su investigación. Sus copias las hizo a tiempo, porque luego se sellaron todos los archivos rusos.
Michael Binyon
El Mercurio

viernes, 11 de septiembre de 2009

Revolucionario y patriota Camino del 130 aniversario del natalicio de I.V. Stalin


En la Rusia contemporánea, enfrentada a la amenaza de ser deglutida por la globalización usamericana, especial actualidad adquiere el tema de “Stalin: revolucionario y patriota”. No deja de ser algo natural, pues el nombre de Stalin, por mucho que se denigre, ha permanecido en la memoria popular como símbolo de la Gran Victoria de 1945, para cuyo 65 aniversario nos estamos preparando. Una victoria que nos pretenden arrebatar. En la Rusia contemporánea, enfrentada a la amenaza de ser deglutida por la globalización usamericana, especial actualidad adquiere el tema de “Stalin: revolucionario y patriota”. No deja de ser algo natural, pues el nombre de Stalin, por mucho que se denigre, ha permanecido en la memoria popular como símbolo de la Gran Victoria de 1945, para cuyo 65 aniversario nos estamos preparando. Una victoria que nos pretenden arrebatar.

Stalin fue un gran revolucionario porque fue un gran patriota y viceversa. Ya en su juventud, a los veintiocho años, en 1907, expuso claramente su credo cosmovisivo sobre el problema de los derechos del individuo y las masas populares. Su concepción era profundamente marxista y patriótica, como correspondía al destino y espíritu de Rusia. En su obra “Anarquismo o socialismo” Stalin escribió:”La piedra angular del anarquismo es el individuo”, cuya liberación, en su opinión, es la condición principal para la liberación de la masa, del colectivo. Para el marxismo, la piedra angular es la masa, cuya liberación es la condición fundamental para la liberación del individuo.

El planteamiento de Stalin sobre esta cuestión: ¿Qué debe prevalecer, los derechos de un individuo aislado o los derechos de las masas trabajadoras?, es algo que adquiere en nuestros días una especial relevancia. Y ante todo es así, porque el régimen gobernante asentado en Rusia intenta conseguir por todos los medios que el liberalismo beligerante, con su inmutable primacía del individuo aislado sobre el colectivo, se convierta en la ideología dominante.

Es lo que exige la anarquía de las relaciones de mercado, su principio de que “El más fuerte triunfa”. El patriotismo exige exactamente lo contrario: “¡En la lucha por la independencia de la patria y su libertad, por la independencia y libertad de cada uno de sus hijos e hijas, vence el pueblo!”

No puede existir la libertad del individuo en una sociedad que no sea libre, libre de la explotación del hombre por el hombre. Es una verdad marxista, patriótica, a la que Stalin nunca renunció. Él no separaba el patriotismo del socialismo. No separaba los derechos del individuo de la obligación de luchar por la auténtica libertad de su pueblo, algo imposible si no se someten los intereses personales a los colectivos.

En la Rusia criminal y oligárquica, amenazada de perder su independencia, cualquiera que se plantee su destino, lo quiera o no, está obligado a dar prioridad a uno de los dos principios formulados por Stalin: “todo para el individuo” o “todo para las masas”. La elección de esa prioridad, dependerá de la postura que adopte cada persona, si asume las posiciones del liberalismo o las del socialismo.

En la época de Stalin –un tiempo de preparación ante la inminente agresión de la Alemania fascista contra la URSS- la preeminencia de los intereses colectivos, sociales sobre los individuales, puede decirse que se llevó hasta sus últimas consecuencias. Precisamente en ese tiempo, Stalin adopta una decisión, que solo puede calificarse de revolucionaria: renunciar directamente a la idea de la revolución a nivel mundial –algo considerado axioma en el Komintern y el partido bolchevique- y tomar la línea de la construcción del socialismo en un solo país: la URSS. No solo se trató de una decisión revolucionaria y patriótica, sino que determinaría la lucha implacable de Stalin y el partido contra Trotsky y el trotskismo.

Ahora que ya es historia, podemos, no solo presuponer, sino responder con exactitud a la pregunta de qué hubiera sido de Rusia de vencer las tesis trotskistas sobre la revolución permanente. El país hubiera desaparecido bajo la bota del fascismo. No hubiera existido la Gran victoria de 1945.

Como es sabido, la idea misma de la victoria de la revolución socialista originariamente en un solo país, pertenece a Lenin. Fue él quien definió las orientaciones generales de la transformación socialista de Rusia: Industrialización (plan GOELRO), cooperativización del campesinado y la revolución cultural. ¿Pero qué debía prevalecer en la creación de la base material y técnica de una industria moderna, de dónde coger los medios para la industrialización, cómo conducir al campesinado por el cauce del colectivismo, contando con la oposición de los campesinos ricos (kulaks) y las dudas del campesino medio, cómo llevar a cabo la revolución cultural, para que trajese como resultado el desarrollo forzoso de la ciencia y la técnica y la rápida capacitación de un ejército entero de especialistas en los diferentes sectores de la economía nacional? No había respuestas a estas preguntas. Pero había que encontrarlas lo antes posible. La historia nos obligaba: el país se encontraba en un cerco capitalista, que nos amenazaba con la guerra para destruir al único estado socialista del mundo. Todo esto exigía algo de lo que apenas se habla en los trabajos de los clásicos del marxismo-leninismo, -conocimientos de las tendencias punteras de la geopolítica mundial, de las principales tendencias del desarrollo económico, militar y político en la esfera internacional.

Dicho de otro modo, exigía el conocimiento de los problemas directamente relacionados con la garantía de seguridad de la Unión Soviética, así como la delimitación de las fronteras de expansión de los intereses de estado en el mundo. La historia obligaba a Stalin a valorar como político, de una manera serena, la situación geopolítica del país, a ver los puntos fuertes y débiles de esa situación, sin los que sería imposible desarrollar una estrategia de desarrollo socialista.

Algo que hoy nos parece incuestionable, el que la industrialización hubiese que comenzarla por la creación de la industria pesada ( la construcción de maquinaria pesada), no lo era tanto en aquel entonces, cuando se discutía por dónde empezar, y qué era más importante, si el pan o el metal.

Stalin tuvo entonces que demostrar lo que hoy parece evidente. Y hacerlo ante la resistencia rabiosa de los desviacionistas en el partido de “izquierda” y de “derecha”. Hoy nos sorprende la perspicacia -a la postre decisiva- de Stalin en la valoración de la inminente guerra: “guerra de máquinas, guerra de motores”. Entonces, fue necesaria su voluntad inquebrantable en la creación y desarrollo de nuevos sectores de la industria, de importancia estratégica: fabricación de automóviles, de aviones, de tractores etc. Todos trabajaban para la producción de nuevos tipos de armamento.

En muchos enfoques geopolíticos, Stalin fue también un revolucionario innovador. Precisamente sus cálculos geopolíticos, le obligaron a emprender una industrialización forzosa, nunca vista en la historia. Las gentes del ámbito científico, con mentalidad de estado, supieron entender y valorar la estrategia estalinista de movilización económica. La idea misma de la creación de una economía así, fue en ese tiempo de ruptura, revolucionaria, salvadora para el país. El famoso escritor inglés, físico y activista social, Charles Snow, escribió: “La particularidad de Stalin no residía en gran medida en lo que hacía, sino en cómo lo hacía. La fórmula del “socialismo en un solo país” era más rígida que otras fórmulas, igual que era más rígida la concepción estalinista de los tiempos de industrialización de Rusia. Era imprescindible convertir a la fuerza el país en potencia industrial, en unos plazos equivalentes a la mitad de la vida de una generación, en caso contrario sería un fiasco. Stalin sin duda estaba en lo cierto haciendo eso y otras muchas cosas”. Añadiremos a lo dicho por Snow: no solo por la fuerza logró Stalin los objetivos marcados. En primer lugar confiaba en la conciencia de las masas y en su trabajo creador, en su entusiasmo. Y no se llevaba a engaño.

Unas condiciones geopolíticas tan adversas para la URSS –un escandaloso retraso industrial y el cerco poco amistoso- condicionaron la imprescindible aceleración de la colectivización. El campesinado en su mayoría no estaba preparado. Stalin convenció al partido: no hay otra salida que emprender la colectivización de las haciendas campesinas desde arriba. Fue una decisión revolucionaria en nombre de la salvación de la patria socialista.

Referente a los “errores” de la época de la colectivización; Sholojov decía en 1954: “el error es una desviación de lo correcto, de lo firmemente establecido, ¿pero quién sabía entonces dónde estaba lo correcto y cómo hacer lo correcto? Solo una cosa estaba clara: la vieja aldea en todo el enorme territorio de nuestro país….no podía seguir existiendo en ese estado… Y no solo se trataba, de que seguía generando los mayores vicios capitalistas como el campesinado rico, sino que no podía desarrollarse, evolucionar en grandes y potentes haciendas…La pérdida de población de las zonas rurales comenzó antes de la colectivización. La industrialización del país exigía una gran cantidad de mano de obra… Así que sin la colectivización de la agricultura y sin la industrialización, sin una industria pesada, no habríamos podido resistir y vencer en la pasada y terrible guerra. No debemos olvidar. No lo debemos olvidar ni por un segundo”.

Pero pese a todo la revolución desde arriba estaba respaldada desde abajo: el campesino comunal se impuso al campesino propietario. El campesinado aceptó los koljoses, ya que no eran sino una nueva forma del modo tradicional comunal de vida. Stalin como un político realista comprendía que lo nuevo sólo sería aceptado si recogía los valores inmutables del pasado.

Ha habido multitud de especulaciones sobre los trágicos abusos de la colectivización: que si Stalin aniquiló la aldea rusa, que si urdió un genocidio contra el pueblo ruso. ¿Pero por qué entonces ese mismo pueblo produjo millones de tractores, de maquinaria agrícola, de cosechadoras? ¿Por qué entonces millones de jóvenes en zonas rurales quisieron manejar esa técnica? ¿Por qué entonces con una terrible destrucción de aldeas y pueblos en los años de la gran guerra nuestro ejército no conoció cortes en el suministro de víveres? ¿Por qué en los territorios controlados por los partisanos se restablecieron los koljoses y el poder soviético desde abajo? Son las preguntas que evitan todos aquellos que especulan sobre las páginas dramáticas de la gran época estalinista. Igual que pasan de largo ante la verdad objetiva de que la geopolítica es una esfera donde los criterios morales son mucho más amplios y variados que en la vida cotidiana.

Aquí son inevitables las víctimas cuando lo que está en juego es la vida o la muerte de un estado entero y fue precisamente esa cuestión la que había sido impuesta por la historia ante el país de los soviets. De eso no hay ninguna duda ahora que ya se ha dado a conocer el plan de Hitler “Generalplan Ost”.

La geopolítica se define como el arte de la dirección del estado, teniendo en cuenta importantísimos factores de la situación del mundo entero. Stalin dominaba a la perfección ese arte. Uno de los más importantes factores geopolíticos de todos los tiempos ha sido la autoridad internacional del estado, su influencia en el curso de los acontecimientos en el mundo.

Esa autoridad del único estado socialista del mundo podía ser alcanzada en primer lugar por su política social. Sus resultados fueron sorprendentes: se liquidó el desempleo, la miseria, el retraso cultural de la población, se erradicaron numerosas enfermedades como la peste, el cólera, la tuberculosis.

Por primera vez en la historia de la humanidad, en la Constitución de la URSS de 1936 a cada ciudadano se le garantizaba un mínimo social, que podríamos sin exagerar denominar grandioso: el derecho al trabajo y el descanso, la educación gratuita, la asistencia sanitaria gratuita, el derecho a la vivienda y a las prestaciones sociales en la vejez en caso de pérdida de la capacidad de trabajo.

Todo esto ejerció una influencia colosal en el estado de ánimo de los trabajadores del mundo entero y obligó a las potencias capitalistas a llevar a cabo una política económica más o menos socialmente orientada, una vez hubo concluido la Segunda Guerra mundial. Es un hecho incontestable. Cabe destacar que ya antes de la guerra, Roosevelt, uno de los mayores políticos del siglo XX, al llegar a la presidencia de Estados Unidos desarrolló su famoso “nuevo curso” basándose entre otras cosas, en el estudio de la política social y de la experiencia de planificación del desarrollo de la economía en la Unión Soviética.

Impresionantes fueron también lo resultados de la política nacional llevada a cabo en la URSS: la superación del atraso económico, social y cultural de las regiones más apartadas. Pero el principal motivo del fortalecimiento de autoridad internacional de la Unión Soviética en época de Stalin fue el crecimiento sin precedentes del potencial económico y militar del estado soviético que como es lógico, significaba la organización de la producción basándose en los últimos adelantos de la ciencia y la técnica. El “milagro ruso”, así comenzaron a denominar en Occidente a lo que se había logrado en la atrasada Rusia. Pero el origen del “milagro” fue el trabajo libre de explotación. Fue precisamente en la época de Stalin cuando el trabajo se convirtió en motivo de orgullo, honor y heroicidad. Apareció un término que no había existido antes en la historia de la humanidad: “héroe del trabajo”.

La emulación socialista se convirtió en una alternativa real a la competitividad capitalista. La creatividad en el trabajo de los obreros, de los trabajadores de los koljoses, derribó el muro que siempre había existido entre la gente de las artes (escritores, artistas, músicos etc.) y el resto de profesiones. El hombre del trabajo libre creaba en la mina, detrás del telar, en el campo. Creaba y se sentía atraído por el conocimiento, por la cultura. En el primer plan quinquenal se construyeron 1500 nuevas fábricas y cien ciudades nuevas.

Gracias al trabajo creador de las masas –recordemos el movimiento stajanovista- la estrategia estalinista de transformación de Rusia, de un país mayoritariamente agrario en una potencia industrial, se produjo ante los asombrados ojos del mundo. La URSS se convirtió en sujeto de la política mundial, lo que no pasó inadvertido para las mentes lúcidas la víspera de la Segunda Guerra mundial. Entendían perfectamente hasta que punto era importante el papel de Stalin. De todos es conocida la aseveración hecha por Churchill: “Cogió una Rusia con arados, y la dejó equipada con el arma atómica”. Eso lo dijo en 1959, en diciembre, cuando Stalin hubiera cumplido 80 años. Pero pocos saben que veinte años antes, en 1939, la influyente revista usamericana “Life”, que durante muchos años elegía al “hombre del año”, eligió a Stalin. Remarcable la conclusión a la que llega la revista: “La historia puede no quererlo, pero la historia no puede olvidarlo”. Está claro, que los enemigos de clase de Stalin no podían reconocer el amor de la historia hacia el líder del estado socialista: Pero estaban obligados a reconocer su destacadísimo papel en la política mundial.

Tras la victoria de 1945, Churchill se referirá a ello de un modo inequívoco destacando el significado de la grandeza de Stalin para nuestra patria: “Fue una gran suerte para Rusia, que en los años de tan duras pruebas estuviese comandada por un genial e inquebrantable caudillo, como Iosif Stalin. Fue una figura insigne, que se correspondía con la cruel etapa histórica, en la que transcurrió su vida…No, digan lo que digan sobre Stalin, es de esos a los que ni la historia ni los pueblos pueden olvidar”.

Podríamos aquí finalizar la conversación sobre Stalin, como gran revolucionario y patriota de Rusia. Pero no podemos terminar sin detenernos en la cuestión del sentido de la guerra de la Alemania fascista contra la URSS, tal como la veía Stalin. En su intervención en el XVII congreso (enero de 1934), anunció la “variación de la política de Alemania”: empezaba a recordar a la “política del anterior káiser germano”, cuyo objetivo es bien conocido. La destrucción de Rusia como potencia geopolítica. Este objetivo no había variado desde los tiempos de la orden Teutona.

No fue casual el estreno antes de la guerra de la película “Alexander Nievsky”. Stalin vio en la guerra que se avecinaba de la Alemania hitleriana contra la URSS, no solo su sentido clasista (destruir al bolchevismo), sino también el geopolítico. Este último era el más importante y presuponía la eliminación y destrucción de Rusia como la conocemos, independientemente de su sistema social. Hitler se proponía la aniquilación de la cultura nacional y de la forma de estado de nuestros pueblos, su germanización y esclavización, sobre lo que Stalin habló en su famosa intervención del 3 de julio de 1941.

La toma de conciencia por su parte del profundo significado de la inminente guerra, determinó la necesidad del renacimiento en la vida espiritual del país de los principios rusos del patriotismo soviético.

Stalin, mejor que ningún otro político en la dirección de la URSS, comprendía que sin el papel dirigente del pueblo ruso, vertebrador del estado, en las duras pruebas que se avecinaban para el multinacional estado soviético, no se podría vencer a tan cruel enemigo.

Comenzando desde 1934, el partido y el gobierno adoptan un sistema de medidas en el sistema educativo, significativas para el renacimiento del orgullo nacional de los rusos, del patriotismo ruso, y la defensa de la cultura rusa como base de la cultura socialista. Pero lo más importante que ocurrió en los años treinta en la vida espiritual de la sociedad soviética, es el retorno a los cimientos populares tradicionales, comenzando por la restitución en derechos de la familia, minados en los años veinte.

El giro a las tradiciones históricas y culturales del pueblo ruso fue un giro hacia la unidad de clase y la conciencia nacional del hombre soviético. Una unidad, sobre la que durante mucho tiempo no se volvió a hablar en el partido: cualquier mención de lo ruso era considerada una manifestación de chovinismo. Este giro suponía la conexión del socialismo con el patriotismo, lo que tiraba por tierra la teoría de la revolución permanente de Trotsky.

Este último acusó a Stalin de nacional-socialista, y en concreto escribió con indignación sobre la aspiración de recuperar la familia en la URSS: “La revolución ha hecho un intento heroico por destruir el denominado “hogar familiar”, una institución arcaica, rancia y retrógrada… hoy día en este importante terreno se ha producido un giro brusco”. Al trovador del cosmopolitismo “revolucionario” le indignaba también el que “La preocupación por la autoridad de los mayores nos ha llevado a…modificar la política con respecto a la religión”. Con cólera constataba: “Hoy tanto el asalto a los cielos, como el asalto a la familia, se han detenido…”. Por último no podía ocultar su ira con motivo de que el “Gobierno soviético…está restableciendo a los cosacos” y aprobó un decreto para la rehabilitación del cuerpo de oficiales.

Trotsky no cabía en sí de cólera, cuando en la Constitución de 1936 se suprimían todas las restricciones en los derechos, relacionados con el origen social en el pasado.

Trotsky necesitaba una revolución mundial, una guerra civil mundial, en la que a Rusia le correspondía el papel de principal víctima. Stalin aspiraba a defender el socialismo en la URSS y transformarlo en indiscutible factor de influencia en los destinos del mundo.

¿Qué pasó en realidad en los primeros años de los planes quinquenales soviéticos? Conjuntamente con la construcción de la economía movilizada, se estaba dando la movilización de los recursos morales y espirituales de nuestra patria; en primer lugar, tales como el patriotismo ruso, la cultura rusa, que habían servido durante siglos como fundamento espiritual de la unidad de los pueblos en un país plurinacional. El “viraje ruso”, fue un giro hacia la historia milenaria de Rusia, hacia el reconocimiento de que la historia soviética es su continuación, y que sin la unión del pasado heroico, con el presente heroico, no puede haber un futuro heroico. Stalin vio en esto la garantía de la victoria sobre el enemigo, y no se equivocó, como demostró la historia de la Gran Guerra Patria.

El país se preparaba para la lucha contra un despiadado enemigo de clase y geopolítico, en una guerra a muerte. Se necesitaban el odio de clase hacia el enemigo y la responsabilidad por la gran historia de nuestros antepasados.

Y el pacto Molotov-Ribbentrop debe ser analizado únicamente en el contexto de los acontecimientos que le precedieron: con la política de “apaciguamiento” del agresor, con la confabulación de Múnich, que dejaba las manos libres a Hitler, con los intentos de los países occidentales de empujar a Alemania y la URSS a un combate a muerte.

Al firmar el acuerdo con Alemania, Stalin retrasó el comienzo del ataque en dos años, que tan bien vinieron al país. Alejó a 300km de la frontera centros vitales de producción. De no mediar el pacto, Japón nos hubiera declarado la guerra, y en ese caso no hubiéramos podido desplazar desde Siberia las divisiones que salvaron Moscú. Sin la firma del acuerdo, se hubiera mantenido una elevada posibilidad de intromisión de Turquía en el Cáucaso.

Tvardovsky, genio poético de la Rusia soviética supo expresar con exactitud y amplitud la relación del pueblo soviético hacia Stalin:

Lo llamábamos, dejémonos de astucias,

Padre, en nuestro país-familia,

Nada que restar,

Nada que añadir,

Así era en la tierra.

Esto lo escribió tras la tan traída y llevada condena al culto de la personalidad de Stalin. A los grandes hombres los juzgan no los historiadores, sino la historia. La historia, como pensaban los sabios antiguos, es la memoria de los pueblos. Los grandes personajes llevan a cabo grandes actos, que quedan grabados en la memoria histórica de los pueblos. La industrialización, La Victoria en la Gran Guerra patria, el descubrimiento del átomo y el dominio de la energía atómica, la salida al espacio y muchas otras grandes obras, como la imagen de una gran potencia como la URSS, quedarán para siempre en la memoria popular. Están indisolublemente unidas al nombre de Stalin, revolucionario y patriota de Rusia. Y nadie podrá borrar ese vínculo de los anales de la historia.

Guennadi Ziuganov.

Presidente del CC del Partido Comunista de la Federación Rusa

jueves, 10 de septiembre de 2009

Cineasta chileno sostiene que Allende fue asesinado


Santiago de Chile, 7 sep (PL) El realizador chileno Miguel Littin volvió hoy a levantar la tesis de que el presidente Salvador Allende no se suicidó en 1973, sino que fue asesinado, una polémica de más de 35 años.

En declaraciones a Radio Cooperativa, recalcó que se está frente a "un hecho moral, ético, que no toca a la condición heroica del presidente, toca a quienes lo asesinaron". Santiago de Chile, 7 sep (PL) El realizador chileno Miguel Littin volvió hoy a levantar la tesis de que el presidente Salvador Allende no se suicidó en 1973, sino que fue asesinado, una polémica de más de 35 años.

En declaraciones a Radio Cooperativa, recalcó que se está frente a "un hecho moral, ético, que no toca a la condición heroica del presidente, toca a quienes lo asesinaron".

El destacado cineasta señaló que, entre ambas versiones, "hay una diferencia muy grande y -con todo respeto y cariño por la familia Allende, porque la quiero y amo mucho- es que un suicidio es un acto heroico, sin lugar a dudas, pero el otro es un asesinato".

"La diferencia es el asesinato, la diferencia es de una parte de la tropa que se tomó La Moneda al mando de un general, pues cometió el asesinato" y se ocultó un hecho "tan atroz como es asesinar a un Presidente Constitucional, que no se iba a rendir".

Littin comentó que esa es una de las premisas de su más reciente película "Dawson, Isla 10", sobre la inhóspita isla del sur chileno adonde fueron llevados presos los colaboradores más cercanos de Allende, entre ellos el actual ministro Sergio Bitar, autor del libro que la inspiró.

Según apuntó el cineasta chileno a Radio Cooperativa, la película contiene imágenes inéditas de Allende, en una trama que busca llegar "a la conciencia del espectador".

Interrogado sobre su convicción sobre el asesinato de Allende, Littin explicó que "incluso hay forenses que dicen que efectivamente (Allende) recibió dos balazos antes de que apareciera el presidente en las circunstancias en que se conoce actualmente".

Entonces, yo fiel y leal a ese planteamiento y teniendo además las pruebas, lo puse en la película y espero que el público vaya, vea y se forme una idea de este suceso tan definitivo en nuestra identidad, recalcó. tomado de prensa latina

lunes, 7 de septiembre de 2009

No es una crisis financiera es una crisis sistémica del capitalismo y la persecución al socialismo revolucionario


( Manuel Sutherland) La crisis sistémica del capital es perenne, no estalló "ahora", el sistema es y ha sido caótico, ineficaz e ineficiente. Este modo de producción ha ido sumergiendo de manera progresiva a no menos de 4 mil millones de seres humanos a la pobreza (PNUD). Incluso, las otras personas que pueden "disfrutar" de los auges cíclicos dentro de las caídas del sistema, sufren invariablemente los rigores de presiones y angustias de la imposibilidad de la realización personal. En períodos de menor caos en el sistema, quienes funcionan en él, se sienten como bestias de carga, que viven para comer, emplearse y dormir. De las infinitas capacidades humanas a desarrollar, el sistema nos asigna la de mulas y bueyes. Ante el desarrollo de las contradicciones más agudas del sistema, la respuesta "inculcada" radica en la copia de soluciones individuales a un problema eminentemente social. Veamos. *Manuel Sutherland

La crisis sistémica del capital es perenne, no estalló "ahora", el sistema es y ha sido caótico, ineficaz e ineficiente. Este modo de producción ha ido sumergiendo de manera progresiva a no menos de 4 mil millones de seres humanos a la pobreza (PNUD). Incluso, las otras personas que pueden "disfrutar" de los auges cíclicos dentro de las caídas del sistema, sufren invariablemente los rigores de presiones y angustias de la imposibilidad de la realización personal. En períodos de menor caos en el sistema, quienes funcionan en él, se sienten como bestias de carga, que viven para comer, emplearse y dormir. De las infinitas capacidades humanas a desarrollar, el sistema nos asigna la de mulas y bueyes. Ante el desarrollo de las contradicciones más agudas del sistema, la respuesta "inculcada" radica en la copia de soluciones individuales a un problema eminentemente social. Veamos.

La crisis NO es financiera. El strip-tease del sistema o el intento de explicar el todo por la parte.

Los aparatos de ideología de las distintas fracciones de la burguesía (mal llamados Medios de Comunicación) son quienes suelen ofrecernos las explicaciones básicas de la realidad global, que ellos insisten en fragmentar. Los aparatos ideológicos de la burguesía constituyen un sólido vehículo de la implantación de la falsa conciencia y de la apología al sistema. Tal aparataje tiene la labor fundamental de solidificar el consenso (que aunado a la violencia represiva) constituyen la hegemonía (Antonio Gramsci) que adormece a las masas en su accionar político y las empuja a la aceptación dócil de las penurias. ¿Ahora bien, quienes son los que nos explican la crisis "financiera"? Los mismos poseedores del látigo del capital, con el que la Burguesía a nivel mundial azota al pueblo trabajador.

Día y noche, aparecen una "Pléyade" de rabiosos defensores del sistema de explotación que nos tratan de enseñar que la esclavitud asalariada es lo mejor que nos pudo haber sucedido en la vida. Ellos son quienes diseñan largas consignas metafísicas relacionadas al porque las cosas van momentáneamente mal. La idea de la crisis "financiera" es una invención ideológica de esa camarilla apologista del capital, que trata de buscar una explicación capitalista a la evidente bancarrota del sistema.

Las finanzas no son el capitalismo, apenas son una parte hipertrofiada en la cuál se recicla principalmente la plusvalía, la renta y en las últimas décadas, el dinero inorgánico. Michael Husson, nos comenta que la contabilidad financiera no refleja la realidad, debido a que suma la totalidad de las cantidades empleadas en la especulación como "producción" de valores. Así, los billones que dicen moverse al final de un día, son sólo intercambios de promesas de pagos o divisas, en las cuáles lo que ganan unos, es lo que pierden otros. No hay creación de valor.

Lo invertido asociado a acciones, depende directamente de la capacidad real de valorización de capital en una determinada rama industrial que permitiría en cierto período devengar un dividendo, que provendría directamente de la plusvalía generada por los obreros y expropiada por la burguesía. De allí, pasaría a las manos de los financistas que devengarían el interés o costo del dinero, por el capital adelantado y colocado en la reproducción.

Por tanto, las finanzas son sólo una tuerca de la rueda, donde a pesar de presentarse las trampas y especulación a granel, no es el elemento central del sistema, allí no se genera valor nuevo. Por ello, explicar las crisis sistémica del capital (ética, laboral, energética, ecológica etc.) por apenas un componente de la misma, es proponer que un fragmento del sistema representa el TODO, y que lo demás es independiente del desarrollo histórico-social de una forma de organizar la reproducción de la especie humana. Explicar la crisis del sistema por las finanzas (una fracción) es decir que la criminalidad se debe a los juegos de video donde se mercadean las fantasías más sanguinarias del ser humano.

¡Todo estaba Bien y llegó la crisis¡ o el intento de embellecer la miseria latente

Otra de las formas que tiene la opresión de engañarnos es convertir la decadencia de la civilización capitalista en un hecho incidental y contrapuesto a "edades de oro", que simulan la fantasía de la "competencia perfecta" que particularmente creemos, no existió. Así, se muestran gráficos de etapas de auge económico y se contrastan con las depresiones económicas actuales, diciendo: ¡estábamos muy bien antes, recuperemos la base emprendedora del capital¡ Nada más falso que esto. El sistema capitalista en su captura y sujeción global ha venido en todas sus épocas generando miseria y desolación.

La burguesía como clase rectora de los destinos globales, ha emprendido una feroz lucha por el mantenimiento de la relación de opresión, sobre quienes sólo venden la fuerza de trabajo que genera el plusvalor, expropiado por los patronos. Nunca ha habido tal armonía entre explotadores y explotados, siempre en la historia se ha desarrollado una feroz lucha entre ambos. Los "idilios" que empujan a soñar con un capitalismo lleno de empresarios cariñosos y patrióticos que llenan de riqueza a TODA la sociedad, es una vulgaridad ideológica, que sólo existe en diminutos y malintencionados cerebrillos.

Por ello, decir que el capitalismo tiene "etapas" buenas y otras malas, es negar el grado de descomposición que atraviesa y obviar los indicadores estadísticos más básicos (PNUD, ONU, FAO etc.) que indican el horrendo genocidio por razones de miseria que deviene del funcionamiento lógico del sistema. Así, las hambrunas, guerras y enfermedades, empujan a millones a muertes evitables, si cambiáramos la dirección de la construcción social, por una organización que oriente internacionalmente la producción (con menos horas de trabajo y mayor productividad) a la búsqueda de la satisfacción de las necesidades de toda la población. Una muerte en cualquier parte del mundo, por no tener una vacuna de 50 centavos de dólar, debe ser motivo de indignación y tragedia. En una sociedad salvaje como ésta, es el diario acaecer.

Los auges y caídas cíclicas de la producción dentro de la Crisis Sistémica del Capital

Otras de las teorías que se "venden", nos tratan de hacer ver la crisis como una fantasía de fanáticos zurditos. De esa forma, sacan "tablitas" y nos explican que evidentemente hay ciclos de auge y caída en el capital, algo así como: "A veces se crece muy rápido y que otras veces se desciende" Eso resulta obvio, es una parte de la integralidad sistémica del capital. Es decir, los auges y las caídas ocurren recurrentemente en períodos de tiempo de disímil duración, pero eso no determina de ninguna manera, que se superen las graves contradicciones del capitalismo en ningún espacio temporal o que se trasciendan estructuralmente los flagelos que de él devienen.

El sistema en sus caídas y auges (medidas por las cantidades de productos vendidos, donde se computan favorablemente: armas, pornografía infantil y drogas como "bienes") no resuelve ningún problema estructural de la sociedad (empleo, hambre, miseria etc.) sino los agrava. Cada Ciclo trae consigo una estela de mayor depauperación y pobreza. Cada ciclo deja a su paso millones de productores independientes arruinados que no tienen ya con que producir. Cada ciclo arrasa con miles de fábricas en las cuáles se destrozan inútilmente millones de máquinas y herramientas útiles para fabricar cosas que harían nuestras vidas más sencillas. Cada ciclo que pasa, empuja a millones a la desocupación que incluso les impide seguir explotándose. Cada ciclo trae consigo una sensible baja salarial, que empeora los niveles de vida de la población y relanza la acumulación capitalista, al llevar los salarios a niveles inferiores a su productividad. Cada ciclo que viene siembra la idea de que jamás se podrá vivir mejor que antes, en un mundo maravilloso, que la burguesía convierte en una pesadilla sistémica.

La alienación, la violencia y el miedo. ¿Cómo funciona realmente el sistema?

El sistema capitalista es una integralidad en la cuál se organiza socialmente el trabajo, en relaciones sociales cuya función primordial es la acumulación ampliada de capital, basada en la explotación continua de Fuerza de Trabajo. El arte, la política, la educación, todo está orientado específicamente para cumplir con el objetivo central de acumular capital. Así, para el sistema, todos somos mercancías violentamente obligadas (o si no te mueres de hambre) a trabajar, en un proceso penoso de mercantilización plena de todas las relaciones sociales de nuestra vida.

Todos tenemos que involucrarnos con la naturaleza y con otros seres humanos para poder cubrir nuestras necesidades estructurales. Esa relación la consideramos como: Trabajo. Pero en la sociedad capitalista, no está expresado de esa forma, sino en la modalidad del Empleo Alienado. Éste, se constituye junto a la propiedad Privada y la división social del trabajo como las herramientas históricas de los opresores, de mayor y más trágica ascendencia.

La alienación como fenómeno socioeconómico es consecuentemente potenciada con el devenir de la crisis sistémica y radica a grosso modo, en la brusca separación de los trabajadores de los medios de producción, del proceso productivo y del producto de su trabajo. Estas características estructurales de la alienación, se han ido agravando en el transcurrir del tiempo. Así, la gente cada vez se siente menos a gusto en el trabajo, más infeliz y desolada; al ver como una posibilidad lejana, una existencia plena, en la cuál pueda disfrutar de la vida y de los afectos.

En el desarrollar de la crisis, los cuerpos represivos perfeccionan con mayor detalle sus "técnicas" se supresión criminal de la protesta. Las burguesías, tratan de frenar el derrumbe de sus ganancias traspasando las pérdidas a una ciudadanía adormecida por años de socialdemocracia y aplastada por la criminalización de cualquier movimiento revolucionario que se tomara en serio el asunto de la toma del poder.

El auge delictivo, de las drogas, del licor y de la "diversión" enajenada es la forma como el empresariado Lumpen valoriza su capital y lumpeniza a los trabajadores tratando de frenar cualquier tipo de avance disciplinado y organizado, que pueda hacerle frente a la debacle capitalista. Por ello, los empresarios de esta índole, cumplen el papel de "mercantilizar" la violencia e irrigar las conductas lúmpenes que conviertan a los sepultureros del sistema, en víctimas de sus pulsiones más salvajes e inútiles. Menester es la lucha decidida contra los antivalores que embrutecen al proletariado y lo alejan del camino hacia la toma de conciencia revolucionaria.

Nada de miedos, el presente es de Lucha y el mañana de Triunfos comunistas

La soledad y el miedo que infunden los déspotas en aras de mantener la dominación, tiene proporciones inenarrables. El miedo a perder el trabajo, o a no conseguir con que comer es muy grande. El miedo a la protesta por el chantaje monetario es muy alto, el temor a ser castigados por policías y militares armados que amedrentan a la población es alto. El terror que producen las imágenes de los gringos con sus torturas legalizadas y sus cárceles dantescas es inmenso. Soñar con un amanecer vestido de naranja, con una capucha en la cara y cientos de perros asesinos, en una cárcel de cualquier estado Burgués es motivo para helar la sangre. Pero, eso es lo que los explotadores desean, el miedo paralizante (que con ayudas de los universitarios ideólogos de la postmodernidad) nos invite a la apatía y a abandonar cualquier hálito de dignidad que nos exija luchar contra esta carnicería humana.

Conocer, la historia y la realidad por el estudio de sus víctimas y no de sus victimarios es imprescindible. La única teoría que nos acerca a las causas explicativas de esta desgracia capitalista es el marxismo. El único planteo de construcción sólido de una herramienta política que nos permita tomar el poder y acabar con la tiranía mercantil es el Leninismo. La forma de acabar con las desigualdades, miedos y miserias que arrastramos, es superando de raíz el mal que los causa, el capitalismo.

La crisis del capital es sólo un síntoma, no es el problema. El problema es el capital mismo. No hay cabida a soluciones intermedias, no hay reformas que detengan el genocidio, ni hay maneras que el capital muera de forma natural, al sistema hay que destruirlo desde sus bases con toda la energía que podamos concentrar. No hay más opción. Alejarse de la batalla, por miedo y comodidad es reforzar el sistema, ayudarlo por omisión a que continúe la matanza y el terror extendido. Sólo nos queda enterrar el temor y luchar en el presente, porque el futuro nos pertenece. No bregar, es evadir cobardemente la responsabilidad de la toma del cielo por asalto.

* Manuel Sutherland

Asociación Latinoamericana de Economía Marxista (ALEM)

Ccs. 26/04/2008

sábado, 5 de septiembre de 2009

El Partido Comunista Japonés mantiene su representación en el Parlamento


David Arrabalí
Mundo Obrero


El PCJ se consolida como la cuarta fuerza del país y primera de la izquierda, siendo el partido político con el mayor número de representantes locales de todo Japón.

En Japón, la segunda potencia económica capitalista, siempre había gobernado el mismo partido político, el Partido Liberal Democrático (PLD), derechista liberal. Pero la crisis económica que ha atravesado Japón en los últimos años ha forzado un cambio en el gobierno, consiguiendo el partido opositor, el Partido Democrático de Japón (PDJ), de centro derecha, la mayoría absoluta, con 308 escaños en las elecciones a una cámara baja de 480 escaños. El PLD obtuvo 119 escaños y su aliado menor, el Nuevo Komeito, 21 escaños.

El Partido Comunista Japonés (PCJ) liderá a los otros tres partidos del bloque opositor, y mantiene su representación en la cámara de representantes con 9 escaños, el Partido Socialdemócrata, obtiene 7 escaños, y el Nuevo Partido del Pueblo, 3 escaños.

El Partido Comunista Japonés había elegido como lema para estas elecciones «echar al PLD del poder y explorar una nueva dirección política». El Presidente del Partido Comunista Japonés, Kazuo Shii, realizó la siguientes declaraciones: «Hemos perdido votantes para poner fin al gobierno del Partido Democrático Liberal. No nos equivoquemos, sin embargo. Esta tendencia sólo representa el rechazo abrumador al gobierno del PLD. No es una expresión de apoyo incondicional a las políticas del PDJ y su línea política».

El Partido Comunista Japonés, que cuenta con 400.000 militantes y un periódico diario (Akahata) con una tirada de cerca de dos millones de ejemplares, ha mostrado en las elecciones regionales una tendencia al alza, que se ha traducido en una mayor influencia en la Cámara de Consejeros, el senado japonés.

En las asambleas locales el PCJ es el partido político con el mayor número de representantes locales de todo Japón, superando al derechista y oficialista Partido Liberal Democrático y al ahora triunfante Partido Democrático de Japón.

viernes, 4 de septiembre de 2009

Stalin, Historia y critica de una leyenda negra: Un libro de Domenico Losurdo


por Miguel Urbano Rodrigues. Hace meses que me siento frente al ordenador para escribir este artículo. Más el proyecto fue aplazado día tras día.

Cuando Domenico Losurdo me ofreció Stalin -Storia e critica de una leggenda nera*, ya había leído críticas sobre la obra. Más no la imaginaba.

Cualquier texto sobre personas que dejaron marcas profundas en la historia, escritas sin suficiente distanciamiento temporal, crean siempre grandes problemas al autor.

Viví esa situación este año al publicar poco ambicioso artículo – Sobre Trotsky –Del mito a la realidad (www.odiario.info). En Portugal, algunos camaradas que admiro me acusaron de trotskista; en Brasil, donde el artículo, más divulgado, generó polémicas, profesores de las Universidades de Campinas y de Rio Grande do Sul me dedicaron trabajos académicos, definiéndome como stalinista ortodoxo. Hace meses que me siento frente al ordenador para escribir este artículo. Más el proyecto fue aplazado día tras día.

Cuando Domenico Losurdo me ofreció Stalin -Storia e critica de una leggenda nera*, ya había leído críticas sobre la obra. Más no la imaginaba.

Cualquier texto sobre personas que dejaron marcas profundas en la historia, escritas sin suficiente distanciamiento temporal, crean siempre grandes problemas al autor.

Viví esa situación este año al publicar poco ambicioso artículo – Sobre Trotsky –Del mito a la realidad (www.odiario.info). En Portugal, algunos camaradas que admiro me acusaron de trotskista; en Brasil, donde el artículo, más divulgado, generó polémicas, profesores de las Universidades de Campinas y de Rio Grande do Sul me dedicaron trabajos académicos, definiéndome como stalinista ortodoxo.

Domenico Losurdo aborda en su Stalin aspectos muy polémicos de la intervención en la historia del hombre que en la práctica dirigió la Unión Soviética durante casi tres décadas. No conozco obra comparable por la ausencia de pasión y por la densidad y profundidad de la reflexión sobre el tema.

Stalin fue un revolucionario que lideró la lucha épica de la Unión Soviética contra la barbarie nazi. Por si solo ese combate en defensa de su pueblo y la humanidad le garantiza un lugar en el panteón de la Historia.

Siento, con todo, la necesidad de aclararr que nunca sentí atracción por Stalin. No admiro al hombre. Su personalidad me parece inseparable de actos y comportamientos sociales que repruebo y repudio.

La contradicción no me impide escribir este artículo, me estimula a asumir el desafío.

La demonización de Stalin

La demonización de Stalin comenzó en los años 20, adquirió proporciones mundiales con el XX Congreso del PCUS, fue retomada durante la Perestroika y prosiguió después de la desaparición de la Unión Soviética, aunque con características diferentes. Al proclamar “el fin del comunismo”, la intelligentsia burguesa, empeñada en demostrar la inviabilidad del socialismo, diversificó la ofensiva, atribuyendo a Marx, Engels y Lenin grandes responsabilidades por el “fracaso inevitable de la utopía socialista”. Stalin sobre todo fue presentado como creador y ejecutor de una técnica de gobierno dictatorial monstruosa. La palabra stalinismo entró en el léxico político como sinónimo de un sistema de poder absoluto que habría negado el marxismo al imponer “el socialismo real” mediante métodos criminales.

No son solo académicos anticomunistas los que satanizan a Stalin. Dirigentes de partidos comunistas e historiadores marxistas, algunos de prestigio mundial, prestaron credibilidad a la condena absoluta de Stalin.

Eric Hobsbawm, el gran historiador británico que fue, en la juventud, miembro del Partido Comunista Británico, esboza en su libro La Era de los Extremos- Breve Historia del Siglo XX un retrato totalmente negativo del estadista que años antes fuera por él elogiado como revolucionario merecedor de la admiración de la humanidad.

El peso de la anatemización es tan fuerte que la Fundación Rosa Luxemburgo atribuyó en Enero pasado un premio al historiador alemán Cristoph Junke por su libro Der lange Schatten des Stalinismus, una catilinaria despiada sobre un «fenómeno histórico» que es también una «una teoría y una práctica política» que exorciza.

De la Esperanza a la Realidad.

Sobre Stalin y su época fueron escritos cientos de libros. De los que leí ninguno me impresiónó tanto como este. La mayor parte condena al hombre y la obra. Una minoría de incondicionales hace lapología del dirigente comunista y defiende sin restricciones su intervención en la historia. Un abismo separa a los críticos como el polaco Isaac Deutscher (trotskista) de los epígonos como el belga Ludo Martens (maoísta), dos autores cuyos libros fueron publicados en portugués, en Brasil.

Losurdo, filósofo e historiador, al iluminar la época del hombre que fue el timonel de la URSS durante casi 30 años encamina al lector a una reflexión compleja, inesperada y difícil. No asume el papel de juez.

El conocimiento profundo de la historia de la Revolución Rusa y de las luchas que le marcaron el rumbo después de la muerte de Lenin le permitió situar a Stalin en ese vendaval bajo una perspectiva innovadora. Procura, como filosofo, comprender. No absuelve ni condena.

Acompañando la trayectoria de Stalin de la mano de Losurdo, el lector es llevado a conclusiones incompatibles con la leyenda negra creada en torno al personaje. Más Losurdo no reescribe la historia, no intenta interpretarla. Como investigador, fija la atención en periodos decisivos, procede a una selección de hechos y acontecimientos y sitúa a Stalin en los escenarios en los que actuó.

Casi todas las revoluciones devoran a sus hijos. La de Octubre de 1917 no fue la excepción de la regla. Cuando ella triunfó eran inimaginables las crisis y conflictos que desembocaron en la ejecución de la mayoría de los personajes más brillantes de la gran generación de bolcheviques que se proponía construir el socialismo en la Rusia atrasada y famélica.

El tiempo era de esperanza. Al clausurar el I Congreso de la Internacional Comunista, Lenin sintetizó su confianza en el futuro en una frase: “La victoria de la revolución comunista en todo el mundo está asegurada. Se aproxima la fundación de la República Soviética Internacional”.

La previsión fue rápidamente desmentida por la Historia.

La desaparición de las ilusiones y su superación casi coincidieron con la enfermedad y muerte de Lenin. Después de la derrota de la revolución alemana, el autor del Estado y la Revolución tuvo la percepción de que el capitalismo sobreviría por mucho tiempo y que era necesario defender a toda costa a la joven revolución rusa. Trotsky no creía en la viabilidad del “socialismo en un solo país” y, desaparecido Lenin, acuso de cobardía y oportunismo a cuantos habían renunciado a la idea de la revolución mundial.

Losurdo subraya que Stalin fue el primer dirigente soviético en afirmar que por un largo periodo histórico la humanidad continuaría dividida no solamente en diferentes sistemas sociales, sino también en diferentes identidades lingüísticas, culturales y nacionales.

En tanto Trotsky dirigía aún llamamientos a la insurrección al proletariado de Finlandia, de Polonia, de las repúblicas bálticas, y al de las grandes potencias capitalistas, Stalin criticaba las tesis sobre la exportación de la revolución. En su opinión, la correlación de fuerzas en Europa justificaba la defensa del principio de coexistencia pacífica entre países con diferentes sistemas sociales.

En una época en que muchos comunistas continuaban soñando con “el ascetismo universal”, Stalin subrayaba que el marxismo es enemigo del igualitarismo e insistía en un punto central: “sería estúpido pensar que el socialismo puede ser construido con base en la miseria y privaciones, con base en la reducción de las necesidades personales y en la caída del nivel de vida de los hombres al nivel de los pobres.”

En los capítulos en los que estudia las divergencias de fondo que opusieron a Trotsky y Stalin, Domenico Losurdo se abstiene más de una vez de críticas y elogios. Sitúa el choque en el gran cuadro de la URSS post Lenin, y resume las posiciones de ambos, recurriendo a múltiples citas.

Son particularmente interesantes las páginas en las que son confrontadas las posiciones de Trotsky y Stalin sobre los temas de organización jurídica de la sociedad, de la familia, de la propiedad y sobre todo del Estado.

La cuestión central de la extinción del Estado, prevista por Marx, y exhaustivamente analizada por Lenin, le merece una atención especial.

A las críticas de Trotsky –entonces en el exilio- a la Constitución Soviética del 36, Stalin responde que las lecciones de Marx y Engels no deben ser transformadas en dogma y en una nueva escolástica.

El Estado soviético, en lugar de caminar a su extinción, se fortalece cada vez más.

Según Stalin, el papel fundamental del Estado en la URSS “consiste en un trabajo pacifico de organización económica y en el trabajo cultural y educativo”. La antigua función represiva fue “sustituida por la función de la salvaguarda de la propiedad socialista de la acción de los ladrones y expoliadores del patrimonio del pueblo”.

Losurdo señala que, en la práctica, el Estado Soviético se desvío de esa función y recuerda que en 1938 “imperaba el terror y se ampliaba monstruosamente el Gulag”.

Más la permanencia del Estado represivo no responde a la pregunta: ¿hasta qué punto es válida la tesis de Marx sobre el debilitamiento y la extinción del Estado? ¿Debe o no mantenerse el Estado en una sociedad comunista?

Losurdo recuerda que en la posición asumida por Stalin son identificables muchas contradicciones, pero señala que al contradecir una tesis clásica de Marx, el Secretario General del PCUS actuaba en un terreno minado que lo exponía a la acusación de “traidor” lanzada por Trotsky.

A partir del inicio de los años 30, Stalin, en su lucha contra la oposición, acusa a sus miembros globalmente, de ser “agentes del enemigo”.

Exageraba. Más Trotsky, principalmente, le ofrecía argumentos que contribuían a dar credibilidad de las acusaciones que le eran dirigidas. Cuando radios de Prusia Oriental comenzaron a transmitir para la URSS textos trotskistas, Stalin sacó beneficios de esa iniciativa. Y cuando Trotsky, en las vísperas de la II Guerra Mundial, el 22 de Abril de 1939, dio su apoyo a los que pretendían “liberar a la Ucrania Soviética del yugo stalinista”, se intensificó la persecución de cuadros sospechosos de ideas trotskistas.

La otra “Guerra Civil”

Al contrario de lo que se afirma en la Historia oficial de la Revolución Rusa editada por el PCUS, el grupo dirigente que asumió el poder en Octubre del 17 estaba ya dividido en lo tocante a problemas fundamentales de la política interna e internacional.

Los debates sobre los sindicatos, el papel del campesinado, la economía, las relaciones con las potencias capitalistas, la cuestión de las nacionalidades fueron siempre polémicos en el Politburó y en el Comité Central. Solamente el carisma y el inmenso prestigio de Lenin retardaron los conflictos sobre la orientación del Partido que se producirían después de su muerte.

Losurdo concluye que el Informe Secreto de Jruschov al XX Congreso presenta de ese periodo histórico una visión distorsionada y fantasiosa.

La tesis de Jruschov, según la cual corresponde a Stalin la responsabilidad por el asesinato en 1934 de Serguei Kirov, porque el joven dirigente estaría implicado en una vasta conspiración contra él, es rebatida por Losurdo con el apoyo de documentación recientemente divulgada. En la realidad Kirov tenía una gran admiración por Stalin que depositaba en él una confianza total.

Las conspiraciones para separar del poder a Stalin fueron muy reales, más las versiones de ellas presentadas en el Occidente por sovietólogos anticomunistas contribuyen en la opinión del filosofo marxista italiano para falsificar la historia. Y alcanzaron ese objetivo.

Domenico Losurdo es consciente de pisar un terreno peligroso en su tentativa de iluminar un Stalin diferente del dictador cruel, megalómano y vengativo cuyo perfil aparece esbozado en el Informe Secreto al XX Congreso. Esa imagen, con el aval de Jrsuchov, fue exportada por todo el mundo y acabó por ser aceptada en el Occidente como verdadera incluso por muchos dirigentes de Partidos Comunistas.

Los capítulos del libro de Losurdo que suscitaran más polémica en Italia y en otros países son por eso mismo los dedicados a las luchas en el Partido que precedieron a los Procesos de Moscú.

De alguna manera la carta de Lenin al Congreso del PCUS –leída por Krupskaya pero solamente publicada años después- estimuló en dirigentes del Partido la tendencia para luchar contra Stalin. Trotsky comenzó a conspirar con Kamenev y Zinoviev después de la muerte de Lenin.

Losurdo define el conflicto ideológico de la época como una “guerra civil” que fue permanente en el Partido hasta los últimos procesos del año 38. En la primera fase de la lucha por el poder, Stalin consiguió aislar a Trotsky de los viejos bolcheviques, desencadenando contra él una campaña en la que fue recordado su pasado menchevique y las polémicas mantenidas con Lenin.

El escritor italiano Curzio Malaparte, en un libro que fue best seller -Técnica del Golpe de Estado- publicado en Francia en 1931, fue uno de los primeros intelectuales europeos en escribir en occidente sobre los acontecimientos mal conocidos que, en el año 27, precedieron a la prisión de Trotsky, a su expulsión del Partido y al confinamiento en Alma Ata, en Kazajistán.

Una documentación importante confirma que Kamenev y Zinoviev, que se oponían a la política de Stalin pero sin enfrentarlo en el Politburó, participaron personalmente de esa conspiración. El objetivo era la separación de Stalin, pero el proyecto fracasó y el Secretario General recuperó una vez más a Zinoviev y Kamenev, aislando a Trotsky.

Bujarin, siempre imprevisible, habia sido hasta entonces –según Losurdo- como director de Izvestia, un aliado firme de Stalin, más a partir de la extinción de la NEP y del inicio de la colectivización de las tierras emprendida a ritmo acelerado y con recursos a métodos crueles, llegó a la conclusión de que la estrategia adoptada por el PCUS conduciría el país a un desastre. El dirigente que en Brest-Litovsk había liderado el ala izquierdista se dislocó a la derecha en un brusco viraje, convencido de que la revolución solamente podría sobrevivir si mudase de ritmo, adoptando una orientación democrático-burguesa, lo que significaría una regresión histórica.

Rogovin, un historiador trotskista citado por Losurdo, afirma que Stalin tomó entonces la iniciativa de desencadenar una “guerra civil preventiva” contra aquellos que pretendían derrocarlo. En ese periodo de conspiraciones laberínticas, la participación de destacados dirigentes en maniobras de bastidores fue permanente, y de ellas participaron algunos miembros de la vieja guardia bolchevique.

La apertura de los archivos soviéticos vino a esclarecer que algunos cambiaron con frecuencia de campo.

Rogovin, polemizando mucho más tarde con Solzhenitsin, afirma que, lejos de ser la expresión de “un ataque de violencia irracional e insensata”, el sanguinario terror desencadenado por Stalin fue en la realidad la única manera por la cual él consiguió quebrar la resistencia de aquello a lo que llama “las verdaderas fuerzas comunistas”.

En los procesos de Moscú los ex dirigentes bolcheviques aparecen todos como traidores. Más la palabra es brutal y la generalización deforma la historia. Antonov-Ovsenko, Preobrajenvsky, Karl Radek, Rakovsky, Bujarin, Kamenev, Zinoviev, entre otros dedicaron sus vidas a un proyecto radical de transformación de la sociedad cuya meta era el socialismo, rumbo al comunismo.

Domenico Losurdo, apoyado por fuentes creíbles, procura comprenderlos, descendiendo a las razones de comportamientos contradictorios que expresaban simultáneamente las dudas, las opciones ideológicas y la fidelidad al ideal comunista de esos revolucionarios.

En esas páginas sobre el periodo de las luchas internas de los años 20 y 30, la llamada conspiración de los militares merece atención especial. Losurdo no deja para el lector las conclusiones; en este caso no se limita a colocar los datos sobre la mesa.

En la torrencial bibliografía occidental sobre el asunto, el mariscal Tujachevsky, héroe de la guerra civil, es siempre presentado como víctima inocente del terror stalinista, arquetipo del revolucionario puro, triturado por un engranaje perverso.

Losurdo afirma que ya en 1920, durante la guerra en Polonia, Tujachevsky había evidenciado una ambición militarista preocupante al imponer la marcha sobre Varsovia que tuvo un desenlace desastroso. Pero Stalin confiaba todavia en él y lo promovió a mariscal después de las victorias alcanzadas en 36 contra Japón en Mongolia.

Transcurridos 70 años, continua siendo polémica la cuestión de los contactos secretos que Tujachevsky habría mantenido con potencias extranjeras. Más los historiadores que le atribuyen la aspiración de transformarse en el “Bonaparte de la Revolución Bolchevique” acumularon pruebas que lo comprometen.

El checoslovaco Benés, en 1937, informó a los franceses de esos contactos y Churchill, después de la II Guerra Mundial, admitió que la gran la depuración en el cuerpo de oficiales de la URSS afecto a elementos filo alemanes y, citando el nombre de Tujachevsky, afirmó que Stalin tenía una deuda de gratitud con el presidente Bénes. El embajador de los EEUU en Moscú Joseph Davies, alude también a una “conspiración de los militares”. El propio Trotsky, no obstante su odio a Stalin, afirma evasivamente, en un comentario a la ejecución de Tujachevsky y otros oficiales, que “todo depende de aquello que se entienda por conspiración”.

En su reflexión sobre la prolongada lucha librada en la dirección del PCUS después de la muerte de Lenin, Losurdo emplea repetidamente la expresión “las tres guerras civiles” para caracterizar la amplitud que asumieron las conspiraciones . La última finalizo con la ejecución de Bujarin.

El filósofo italiano subraya en su libro que Bujarin, después de la extinción de la NEP, decisión a la que se opuso, comenzó en reuniones privadas a llamar a Stalin “el representante del neotrotskismo” e “intrigante sin principios”. Fue el comienzo del viraje que paradójicamente, más de una vez lo aproximó a Trotsky que le inspiraba temor y admiración.

Los orígenes del Stalinismo

La deformación de la historia real de Rusia comenzó en Occidente inmediatamente después del derrocamiento de la autocracia zarista. La tesis según la cual la Revolución de Febrero habría sido una revolución casi sin violencia y la de Octubre una sangrienta tragedia es un mito forjado en los países capitalistas. En la realidad murió mucho más gente en la primera que en las jornadas que precedieron al asalto del Palacio de Invierno y en los días posteriores.

Losurdo, en el capitulo en que estudia los “orígenes del stalinismo”, recuerda que Stalin, contrariamente a Trotsky, defendía la compatibilidad de un “nacionalismo sano”, del “sentimiento nacional y de la idea de patria” con la fidelidad al internacionalismo proletario. Cuando el Reich nazi invadió la URSS afirmó insistentemente que el camino para lo universal pasaba a través de la lucha de los pueblos que no aceptaban la condición de esclavos al servicio del pueblo de señores imaginado por Hitler.

Stalin es acusado de defender un concepto de Estado y una política de nacionalidades cuya aplicación reflejó contradicciones antagónicas. Pero se vivía una época en que contradicciones simultáneamente evidentes e incompatibles eran comunes en la formulación de la teoría revolucionaria. Rosa Luxemburgo criticó duramente al partido bolchevique por haber liquidado la democracia tal como la concebía, más simultáneamente le exhortaba a reprimir con puño de hierro cualquier tendencia separatista de “los pueblos sin historia”, incluyendo el de su natal Polonia. Stalin, por el contrario, defendía la necesidad de un respeto enorme por las más de cincuenta nacionalidades de Rusia y consideraba que la preservación de sus lenguas y culturas le aparecía como indisociable del progreso de Rusia revolucionaria.

Esas ideas, condensadas en un libro elogiado por Lenin, no encontraron sin embargo traducción en la praxis, sobre todo a partir de los años que ejerció como Secretario general del PCUS un poder personal casi absoluto.

Más, paradójicamente, en los últimos años de vida, Stalin reasume la defensa de las nacionalidades al combatir como utópica la idea de “una lengua única para la humanidad” “cuando el socialismo triunfe a nivel mundial”. Señalando que la lengua no es una superestructura, afirma que los idiomas no fueron creados por una clase social, sino “por todas las clases de la sociedad gracias a los esfuerzos de cientos de generaciones”.

En su denso ensayo, cuya riqueza conceptual y documental es incompatible con las síntesis breves, Losurdo fija los orígenes de aquello a que se llamó el stalinismo, en una época marcada por tensiones, conspiraciones y el hambre, al inicio de la colectivización de las tierras.

Citando la Fenomenología del Espíritu, de Hegel, y lo que el filosofo alemán pensaba de la “libertad absoluta” y del “terror”, sustenta que «el “stalinismo” no es el resultado “ni de la sed de poder de un individuo, ni de una ideología, sino del estado de excepción permanente que se implanta en Rusia a partir de 1914”».

La mayoría de los historiadores occidentales serios, recuerda, coinciden en que antes de los años 30, Stalin no era aún un autócrata. Según Werth, no existía en ese tiempo el culto a la personalidad y persistía la tradición de la dictadura del proletariado.

En 1925, en plena NEP, Stalin expresaba opiniones como esta: “hoy no es ya posible dirigir con métodos militares”;”ahora no se ejerce la máxima presión, sino la máxima flexibilidad, sea en la política, sea en la organización…” Entonces consideraba un error “identificar el Partido con el Estado” y repetía que “el socialismo es el trásito (de la fase) en que existe la dictadura del proletariado a la sociedad sin Estado”.

Fue la decisión de industrializar el país rápidamente la que provocó el viraje estratégico que desencadenó la represión sobre los campesinos. Cercada por potencias hostiles, sin acceso al capital internacional, la URSS, para financiar la industrialización recurrió a los excedentes generados por una agricultura atrasada. El proyecto de colectivización de la tierra, por la manera violenta como fue concretizado, produjo desgarros no solo en el tejido social, sino en la dirección del Partido. Se alcanzó el objetivo, pero el precio social y político fue altísimo.

Pero solamente es a partir del 37, con el Gran Terror –expresión utilizada por Losurdo- cuando la dictadura del proletariado cedió lugar a la autocracia.

En las Obras Completas de Stalin son además numerosas las páginas en que el repite que la dictadura del proletariado habría asumido un carácter muy diferente si la Guerra Mundial, anunciada con anticipación, no lo hubiese encaminado para una política de concentración del poder. ¿Sería sincero al escribir que la concibió como transitoria? Nunca lo sabremos.

Lo que está comprobado por una abundante documentación es la convicción que Stalin tenia de que después de la derrota del III Reich hitleriano se abriría a la Alianza con los EEUU e Inglaterra un gran futuro. Creyó en una era de buenas relaciones con el Occidente capitalista.

No preveía entonces para Europa Oriental fuera adecuado el tipo de regímenes que allí instaló con mano de hierro. Entendía que Polonia no debería optar por la vía de la dictadura del proletariado. “No está obligada a ello, no es necesario”. Y, hablando con dirigentes comunistas búlgaros, los sorprendió al afirmar: “es posible realizar el socialismo de un modo nuevo, sin la dictadura del proletariado”. Y cuando mantenía aún una relación cordial con Tito le dijo: “En nuestros días el socialismo es posible inclusive bajo la monarquía inglesa”.

El norteamericano Robert Conquest, el historiador de ultraderecha al que Losurdo atribuye esas palabras, señala que ellas demuestran que “Stalin estaba repensando activamente la validez universal del modelo soviético de revolución y socialismo”.

Lo que no suscita dudas es que la Guerra Fría hizo derruir eventuales planes sobre un cambio de estrategia y puso fin a la meditación ideológica sobre los modelos del socialismo. El deshielo se torno en una imposibilidad.

Sobre la popularidad de Stalin

Y los Gulag

Losurdo dedica muchas páginas al tema de la popularidad de Stalin. Basado en fuentes de múltiples tendencias, llama la atención para una realidad desconocida en Occidente.

Incluso durante el bienio del Gran Terror, 37-38, la base social de apoyo a la política de Stalin se amplió.

Se verifica, escribe Losurdo, “una interacción paradójica y trágica”. En consecuencia se daba, por un lado, un fuerte desarrollo económico y cultural y por otro del miedo suscitado por la represión; “decenas de millares de stajanovistas se volvieron directores de fabricas y una análoga y rapidísima movilidad social se produjo en las fuerzas armadas”.

En las vísperas de la guerra, el jefe de los traductores del Ministerio de Negocios Extranjeros del Reich, de visita a Moscú, al pasar por la Plaza Roja resumió en estas palabras la atmosfera de tranquilidad existente en la capital: “Quien estuvo en Moscú y no vio a Lenin, me dijo un miembro de la Embajada, no vale nada para la población rural rusa”.

En las campañas anticomunistas, los textos sobre los Gulags siberianos creados por Stalin y los relatos sobre el sufrimiento de los deportados funcionan como artillería pesada. Muchos libros han sido dedicados al tema, desde la novela que valió el Nobel a Solzhenitsin.

Losurdo aborda la cuestión de frente, situándola en una perspectiva poco habitual.

Estudio a fondo la documentación soviética existente en los archivos. Como ser humano y revolucionario le inspiran sentimientos de repulsa e indignación los campos de trabajo forzados, en cualquier país y cualquiera que sean los objetivos.

Esa posición no le impide denunciar la falsificación de las estadísticas occidentales que inflaron desmesuradamente la población de los Gulag, multiplicando el número de personas que pasaron por ellos y los que allí murieron. Simultáneamente, rechaza los paralelismos establecidos entre los campos de exterminio nazi y los campos de trabajo soviéticos. El universo de los campos de concentración siberianos eran un mundo de contradicciones. En la URSS – escribe Losurdo- la ley castigaba con rigor las violaciones rutinarias de los reglamentos. El propio Vishinsky, cuando era Procurador General de la Unión, denunció públicamente las condiciones intolerables de algunos Gulag donde los hombres eran tratados como “animales salvajes”.

Losurdo recuerda que en los campos soviéticos había bibliotecas para los deportados, y la dirección promovía espectáculos, conciertos y conferencias y que los prisioneros en muchos Gulag estaban autorizados a elaborar periódicos murales.

A partir del inicio de la agresión alemana, las condiciones de vida se suavizaron en casi todos los campos de trabajo soviéticos. Millares de prisioneros fueron beneficiados por una serie de amnistías y reintegrados en la sociedad o en las fuerzas armadas.

Losurdo, en una crítica frontal a la hipocresía de los intelectuales anticomunistas que reescriben la historia falsificándola, procede a un breve inventario de los horrores de campos de concentración creados por potencias occidentales cuyos dirigentes se presentan como campeones de los derechos humanos, horrores ocultados por un manto de silencio.

Australia, por ejemplo, a lo largo de casi todo el Siglo XIX, fue la Siberia oficial de la Inglaterra imperial. Los textos que reproduce esbozan un panorama de los campos de concentración australianos sólo comparable con los creados por las SS de Himler. Los aborígenes, además, eran aún cazados como animales en ese país en el inicio del siglo pasado.

¿Y qué pensar de los campos de internamiento instalados por Roosevelt para ciudadanos de origen japonés –incluyendo niños- cuyo único crimen era el origen étnico? Durante la guerra, muchos prisioneros alemanes fueron sometidos en los EEUU a torturas medievales, como la destrucción de los testículos.

Es de dominio público que en la primera mitad del Siglo XX los linchamientos de negros eran aún rutinarios en los Estados del sur del país. Ho Chi Min describe esos espectáculos macabros, tolerados por las autoridades. Asistió, angustiado a uno de ellos.

En las historias de Inglaterra, no hay prácticamente referencias a los campos de trabajo militarizados instalados en la India durante el imperio. Pero existieron y fueron escenario de crímenes repugnantes.

La desaparición de la memoria histórica de los horrores de los campos de concentración creados por Francia en Argelia es igualmente una realidad en la patria de Víctor Hugo.

En Alemania se ignora el genocidio planeado de los Herreros y de los Hotentotes en Namibia cuando aquel país era una colonia del imperio de los Hohenzollern. Fueron hacinados como animales en campos especiales por el ejército colonial del Kaiser Guillermo II.

Del genocidio de los indígenas también poco se habla en Canadá. Pero ese silencio no apaga el hecho de que el objetivo de los campos de la muerte del país fue el exterminio deliberado de tribus enteras de indios en un autentico holocausto.

La evocación de esos crímenes olvidados por los defensores occidentales de los derechos humanos ocupa muchas páginas en el libro de Losurdo.

Podría haber acrecentado una referencia al campo de Tarrafal en Cabo Verde y a los campos de concentración, como el de São Nicolau, que Salazar instaló en Angola.

Stalin y los judíos

La satanización de Stalin en el Occidente no es solamente una constantes de las campañas anticomunistas. Historiadores europeos y estadounidenses de prestigio identificados con la ideología neoliberal cultivaron en las últimas décadas una perversa modalidad de irracionalismo en el esfuerzo de diabolizar a Stalin.

La receta es primitiva: Stalin y Hitler serian “monstruos gemelos”.

Losurdo en el desmontaje del paralelismo y de las imaginarias afinidades entre el dirigente soviético y el Führer nazi analiza los textos de autores como la destacada escritora sionista estadounidense Ana Arendt para ridiculizar la argumentación inspirada por un anticomunismo cavernícola.

Arendt, entre otras mentiras, presenta a Stalin como un anti-semita fanático. Le atribuye una “política canibalística” contra los judíos, basada en un odio racial feroz.

El historiador Robert Conquest, portavoz de la extrema derecha norteamericana, comentando la represión en Ucrania durante la colectivización, afirma que Stalin transformó aquella República soviética en un “inmenso Bergen Belsen” (un campo de exterminio alemán).

Losurdo señala que Conquest, en uno de sus libros, editado en el ámbito de una operación político cultural anticomunista, responsabiliza a la URSS por “infamias iguales en todo a las cometidas por el Tercer Reich”.

Cabe recordar que sucesivos presidentes de los EEUU manifestaron gran aprecio por Conquest como historiador y perfilaron la tesis del Golomodor (el llamado holocausto ucraniano), transformándola en una poderosa arma de la Guerra Fría. Reagan la utiliza como instrumento ideológico en el periodo que precedió al desmembramiento de la URSS.

Losurdo, al refutar las acusaciones del antisemitismo hechas a Stalin, recuerda que después del final de la guerra, antes de la división de Palestina, el dirigente soviético adoptó “una política fundamentalmente filo hebraica”. La URSS fue además el primer país en reconocer al Estado de Israel. En un mensaje dirigido desde Paris a Ben Gurion, su ministro de Asuntos Extranjeros destaca que los delegados soviéticos actuaron como “abogados de Israel” en la Conferencia de la ONU sobre la cuestión palestina.

Los archivos del Foreign Oficce del Departamento de Estado acumulan además una documentación que confirma una realidad hoy incómoda por muchos motivos: “la Unión Soviética contribuyó de manera esencial –como escribe Losurdo- para la creación y fortalecimiento del Estado hebraico”.

Losurdo, recurriendo a citas de diferentes autores, subraya que Stalin fustigaba el antisemitismo con expresiones como “chauvinismo racial” y “canibalismo”.

Muchos de los bolcheviques más destacados de la vieja guardia eran judíos. Zhdanov, un dirigente en el cual Stalin depositó una confianza irrestricta también era judío. Y durante décadas, millares de elementos de origen hebreo ocuparon funciones de la mayor responsabilidad en el Estado Soviético.

Hitler en sus catilinarias anti-semitas atribuía a los judíos un papel decisivo en la preparación de la Revolución de Octubre. Utilizando un lenguaje infame, aludía a una “horda terrorista hebraica” de “asiáticos circuncidados” y afirmaba que la sangre judía corría en las venas de Lenin. Y decía que Stalin era un judío, no por la sangre pero si por el espíritu.

La política pró Israel de Stalin solamente dió un giro de 180 grados, asumiendo una orientación antisionista, cuando los diplomáticos de Tel Aviv, después de la visita de Golda Meier a Moscú, iniciaron contactos secretos con la comunidad hebrea de la URSS con el objetivo de estimular la emigración hacia Israel de los judíos soviéticos.

“Cada hebreo –habría dicho entonces Stalin, según Roy Medvedev- es un nacionalista, y es un agente del espionaje norteamericano”.

Losurdo aborda con cautela el tema de la alegada “conspiración” de los médicos judíos de Stalin a la cual escritores y periodistas occidentales dedicaron millares de páginas. Transcurrido más de medio siglo, el fusilamiento de algunos de esos médicos continua sucintando polémicas apasionadas dentro y fuera de Rusia. El filosofo italiano, comentando versiones contradictorias, evita una conclusión, señalando que no fueron solamente dirigentes soviéticos quienes prestaron credibilidad a la teoría del complot. El diplomático británico Sir Joe Gascoigne admitió en la época que los médicos del Kremlin eran “culpables de traición”.

Comunismo antítesis del fascismo

La intensidad, las proporciones y la sofisticación de la campaña anticomunista en la cual uno de los objetivos era la destrucción de la imagen positiva proyectada en el mundo por la Unión Soviética produjeron en Occidente efectos prolongados y complejos que se manifiestan aún, transcurridas casi dos décadas desde la reimplantación del capitalismo en la patria de Lenin.

La ofensiva prosiguió. Los teóricos del capitalismo, creadores de slogans como “el imperio del mal” y otros similares, comprendieron que el esfuerzo para desacreditar a la URSS era insuficiente si no concentraban sus críticas en la ideología del sistema. Marx, Engels y Lenin se tornaron en los blancos preferidos de los intelectuales y de políticos empeñados en presentar al socialismo como un proyecto fracasado, no solamente utópico, sino monstruoso. Cualquier científico político mínimamente estudioso sabe que no existió hasta hoy un único régimen comunista. Pero simulando ignorar la evidencia –el comunismo es una fase superior del socialismo- los ideólogos de la burguesía insisten en llamar comunistas a los países que desarrollaron experiencias socialistas, entre ellos la URSS.

La mayoría de los Partidos Comunistas - el Portugués, el de Grecia, el AKEL chipriota son en Europa las excepciones del revisionismo- no supo reaccionar positivamente a esa ofensiva ideológica. Muchos dirigentes, por ella contaminados, no solamente participaron de las campañas de satanización de la URSS sino que renegaron de los valores de la Revolución de Octubre, llevando la capitulación al extremo de adherirse a las calumnias anticomunistas.

Registro que no faltan militantes de partidos revolucionarios que, por temor, no osan hoy asumirse públicamente como marxistas y comunistas.

Fue en el ámbito de esa ofensiva ideológica en la que académicos de grandes universidades europeas y norteamericanas forjaron la tesis según la cual el fascismo y el comunismo serían, al final, variantes de una misma concepción monstruosa de la política. Entre los muchos libros publicados sobre el tema, algunos como Orígenes del Totalitarismo, de Ana Arendt, fueron best-seller mundiales que diseminaron la mentira y la calumnia con barniz de verdad.

Domenico Losurdo en los capítulos dedicados a la psicopatología y a la moral de la literatura politica occidental de la época de Stalin ,y a la aberración de las comparaciones entre este y Hitler, desciende a los orígenes y motivaciones de la estrategia anticomunista.

Recuerda que ese trabajo tiene raíces antiguas. El Presidente Wilson, por ejemplo, era un fanático anticomunista. En su opinión, la Revolución de Octubre fue fundamentalmente un Complot alemán; Lenin y otros dirigentes bolcheviques habrían estado durante años al servicio de la Alemania imperial.

Losurdo, que emplea la expresión Gran Terror con mayúsculas para designar el bienio 37-38 de los Procesos de Moscú, esboza con frontalidad el cuadro sombrío de la represión en la URSS en diferentes fases de la era de Stalin.

Alerta, además, para la hipocresía de eminentes historiadores occidentales que blanquean y omiten crímenes contra la humanidad practicados por los gobiernos y fuerzas armadas de los países capitalistas en tanto se esforzan para movilizar las conciencias contra los cometidos por los “monstruos comunistas”.

Recuerda –apenas un ejemplo - que el fusilamiento de oficiales polacos por los soviéticos en Katyn fue un crimen sin disculpas. Señala sin embargo que esa masacre abyecta ha sido utilizada exhaustivamente por la propaganda occidental en el cine, la televisión, la prensa, en libros, como prueba del carácter bárbaro del régimen soviético.

En un brevísimo inventario de algunos crímenes occidentales que no figuran o son suavizados en los manuales de Historia, Losurdo cita entre otros:

-La muerte por hambre y maltratos de dos de los tres millones de prisioneros soviéticos capturados por los Alemanes en el Frente del Este.

-La masacre cometida por los británicos de millares de mujeres y niños en el campo de concentración de Kamiti, en Kenia, después de la rebelión de los Mau Mau.

-El bombardeo genocida de Dresde por los ingleses cuando la guerra estaba en el final y el apoyo de Churchill, Roosevelt y Truman a los bombardeos terroristas de ciudades alemanes sin objetivos militares con el objetivo de aterrorizar a la población.

-La ejecución en Sicilia por orden del general Patton de soldados italianos que se habían rendido al ejército norteamericano.

-El genocidio en las Filipinas en el comienzo del Siglo XX durante la revuelta contra la ocupación norteamericana.

-El exterminio total de la población aborigen de Tasmania.

-El rechazo a hacer prisioneros musulmanes durante la campaña de Sudan a finales del del Siglo XIX, campaña en la que Churchill participó como oficial de caballería.

-La ejecución en Taejon, en Julio de 1950, de 1700 coreanos que antes del fusilamiento fueron obligados a excavar la fosa donde fueron sepultados.

-El exterminio por el ejército de los EEUU del total de los habitantes de decenas de aldeas en Vietnam y Laos.

-La orden de Nixon en el inicio de los años 70 para que fuesen lanzadas en las áreas rurales de Camboya más bombas que cuantas habían caído en las ciudades japonesas durante toda la Segunda Guerra Mundial.

-El más trágico y abyecto de todos los crímenes contra la humanidad: el lanzamiento de la bomba atómica sobre Hiroshima y Nagasaki en Agosto de 1945.

El odio no hace la Historia

Para los ingleses es muy contradictorio hoy reconocer que sus líderes derramaron elogios sobre Mussolini y Hitler antes de la Guerra Mundial.

Churchill declaro en 1933 que veía “el genio romano personalizado en Mussolini, el mayor legislador vivo, que mostró a muchas naciones como se puede resistir a llegar al socialismo…”

Cuatro años después, en 1937, escribió que Hitler era un político “extremadamente competente”, con una sonrisa que “desarmaba” y un “sutil magnetismo personal”.

Lloyd George, el ex Primer Ministro liberal, fue aún más apologético al definir al Führer como “un gran hombre”.

Paradójicamente, los mismos dirigentes de las grandes potencias occidentales cuyos anatemas contra la URSS y Stalin continúan siendo rutinarios en las campañas anticomunistas reconocieron públicamente la decisiva importancia de la contribución soviética para la derrota del Reich Nazi y manifestaron gran aprecio por la persona del Secretario General del PCUS.

Roosevelt, ya muy enfermo, no ocultó la impresión positiva que en la Conferencia de Teherán le causara la personalidad de Stalin, definiéndolo como un estadista de gran talento y cultura.

En la correspondencia de Churchill hoy publicada son numerosas las referencias altamente elogiosas de Stalin. Identificó en él a uno de los más dotados estadistas del Siglo XX. Eso no le impidió dar por lo dicho lo no dicho y ser el orgulloso padre de la Guerra Fría al esbozar en el famoso discurso de Fulton los peligros de aquello que llamó la “Cortina de Hierro”. Obviamente el Informe Secreto de Jruschov supuso un poderoso estimulo a la campaña de demonización de Stalin.

La apertura de los Archivos soviéticos y las memorias de mariscales que desempeñaron un gran papel en la derrota militar del III Reich constituyen el más eficaz de los desmentidos a las afirmaciones grotescas de ese Informe que presenta de Stalin la imagen de un dirigente que cayera en depresión con la invasión alemana y sin influencia directa en la conducción de la guerra patriótica.

La tesis provocadora de los “monstruos gemelos”, difundida por Ana Arendt y otros escritores anticomunistas, no pasa de una grotesca operación de marketing político. Pero continúa siendo el ingrediente utilizado en las campañas de satanización de Stalin.

Losurdo llama la atención hacia el protagonismo que Arendt más de una vez asumió en esa ofensiva, en la tentativa de forzar un paralelo entre Alemania nazi y la URSS Staliniana. La escritora sionista pretende iluminar “el origen del totalitarismo”, pero en la realidad su ensayo agrede a la Historia, configurando aquello que Lukács llama el asalto a la razón.

La obsesión de los ideólogos del neoliberalismo en lanzar puentes entre Stalin y Hitler es tan irracional que asume facetas de paranoia. Losurdo pulveriza la tesis y recuerda con fundamento que por el pensamiento y por su intervención en la Historia ellos fueron precisamente dos personalidades antagónica

En tanto que Hitler hizo del racismo un cimiento del Estado nazi, Stalin lo condeno como forma de canibalismo social y amenaza a la paz. Stalin embistió contra el mito de la superioridad de los arianos puros, sobretodo alemanes, sobre los demás pueblos.

La Unión Soviética asumió un papel decisivo en la descolonización y fue gracias a la solidaridad del Partido bajo su dirección, apoyo ideológico y ayuda material que las luchas de liberación nacional se desarrollaron victoriosamente en África, en Asia y en América Latina.


Hasta Friedrich Hayek, el economista austriaco que es considerado el padre del neoliberalismo ortodoxo, reconoce que sin la Revolución Rusa el llamado estado social no habría sido posible en Europa.

Traducido por Pável Blanco Cabrera. (tomado de kaosenlared)