jueves, 21 de enero de 2010

Hasta siempre al último aviador republicano




Luis Díez
Público


Primero se fue Manuel Montilla y ahora, con 92 años, se acaba de ir su compañero José María Bravo-Fernández Hermosa. Eran los dos supervivientes más veteranos de la aviación republicana.

Desde el invierno de 1936 hasta el final de la Guerra Civil se enfrentaron a los bombarderos y cazas alemanes e italianos al servicio de Franco. Los ametrallaban, pero sobrevivían y siguieron combatiendo hasta que al final arrasaron sus aviones en el aeródromo de Villajuiga (Girona). Cruzaron a pie los Pirineos y acabaron en el campo de Gurs (Francia).

Montilla salió hacia México en el buque Ipanema. Allí publicó un libro hermosísimo: Héroes sin rostro. Y Bravo se fue a la URSS, donde llegó a ser jefe de una escuadrilla de Kittyhawks que se encargó de mantener a raya a los nazis, empeñados en bombardear los pozos de petróleo de la región de Bakú.

Un día recibió la orden de escoltar a dos aviones Li-2 con rumbo desconocido. En uno iba José Stalin. Acudía a una cita secreta con Churchill y Roosevelt sobre el curso de la Segunda Guerra Mundial. Cuando aterrizaron en Teherán, Bravo hizo ver al jefe soviético que los uniformes de sus hombres eran muy malos y se los comía el sol de Ucrania. Días después recibió unos trajes ignífugos, superiores. De su apasionante vida nos dejó El seis doble –la ficha pintada en su Mosca–, libro lleno de lecciones de coherencia y dignidad.

Fuente: http://blogs.publico.es/elrunrun/544/hasta-siempre-al-ultimo-aviador-republicano/ Luis Díez
Público


Primero se fue Manuel Montilla y ahora, con 92 años, se acaba de ir su compañero José María Bravo-Fernández Hermosa. Eran los dos supervivientes más veteranos de la aviación republicana.

Desde el invierno de 1936 hasta el final de la Guerra Civil se enfrentaron a los bombarderos y cazas alemanes e italianos al servicio de Franco. Los ametrallaban, pero sobrevivían y siguieron combatiendo hasta que al final arrasaron sus aviones en el aeródromo de Villajuiga (Girona). Cruzaron a pie los Pirineos y acabaron en el campo de Gurs (Francia).

Montilla salió hacia México en el buque Ipanema. Allí publicó un libro hermosísimo: Héroes sin rostro. Y Bravo se fue a la URSS, donde llegó a ser jefe de una escuadrilla de Kittyhawks que se encargó de mantener a raya a los nazis, empeñados en bombardear los pozos de petróleo de la región de Bakú.

Un día recibió la orden de escoltar a dos aviones Li-2 con rumbo desconocido. En uno iba José Stalin. Acudía a una cita secreta con Churchill y Roosevelt sobre el curso de la Segunda Guerra Mundial. Cuando aterrizaron en Teherán, Bravo hizo ver al jefe soviético que los uniformes de sus hombres eran muy malos y se los comía el sol de Ucrania. Días después recibió unos trajes ignífugos, superiores. De su apasionante vida nos dejó El seis doble –la ficha pintada en su Mosca–, libro lleno de lecciones de coherencia y dignidad.

Fuente: http://blogs.publico.es/elrunrun/544/hasta-siempre-al-ultimo-aviador-republicano/