martes, 24 de febrero de 2009

SOCIALISMO PARA TODOS… LOS GUSTOS


Por: Jerónimo Carrera

Uno de los aspectos que deberían llamar más la atención respecto a la situación revolucionaria que hemos estado viviendo los venezolanos desde hace ya unos veinte años, cuando la masacre de Caracas abrió en aquel febrero-marzo de 1989 una nueva etapa de la vida nacional, es la ausencia de un centro de dirección colegiada que trace el lineamiento estratégico –con sus variaciones tácticas necesarias y adecuadas- para poder llevar a buen puerto tan complicado proceso, pese a sus inevitables y peligrosas dificultades.

De todos modos, cada día se hace más evidente que la falta de unos apropiados organismos de dirección colectiva, en lo político y tanto a nivel nacional como regional y local, entorpece la actividad misma del aparato gubernamental.

En otras palabras, la eficacia administrativa sufre por carencias elementales que sólo pueden ser subsanadas con un trabajo de equipo, y para ello es indispensable romper con el personalismo –y de modo muy particular con el nefasto nepotismo que nos caracteriza desde tiempo inmemorial- como primer paso hacia una buena administración pública.

La maquinaria estatal no puede funcionar en forma eficiente si en ella priva el individualismo, si no cuenta con dirigentes orientados ideológicamente hacia metas comunes. Lo cual solamente es posible si esos dirigentes comparten un programa, colectivamente elaborado, cuya aplicación exitosa sea tarea de todos ellos.

Un programa de gobierno es algo radicalmente distinto de un poema, pues no es un acto de inspiración personal, sino el resultado de un muy cuidadoso estudio de la realidad de esa sociedad por un conjunto de especialistas, expertos en todos los campos científicos que sean requeridos para lograr un resultado exitoso. Y la base esencial del buen éxito, obviamente, es la planificación.

Pienso que quizás algunos de los lectores de esta Óptica, y sé que en el exterior de Venezuela cuento con unos cuantos de ellos, al leer estas frases anteriores se preguntarán qué las motivan. Por lo tanto me adelanto a aclarar que solamente están inspiradas por una sana preocupación, en un venezolano comunista y también fervoroso bolivariano, de edad ya avanzada, ante la posibilidad de repetirse aquí las frustraciones que en muchos otros países se han sufrido en situaciones análogas.

Es hora de que comprendamos bien, y que lo haga el mayor número posible de nosotros, lo que significa realmente el objetivo por el cual luchamos. En especial, cuando se trata de la construcción de una sociedad basada en el modo de producción socialista, es lógico y elemental que sus partidarios tengamos que explicar claramente la metodología a emplear.

Como en el caso de la preparación de ciertos platos de comida para los cuales hay toda una diversidad de recetas culinarias, con el socialismo debemos saber escoger muy bien el tipo de socialismo que queremos, pues la verdad, y nadie lo ponga en duda, es que el recetario es amplísimo.

Uno de los más renombrados es el sueco, sin duda, pero parece que no funciona bien sino en los climas nórdicos, con mucha nieve, y quizás por eso mismo no pasa de ser otra cosa que un plato frío, simplemente bueno como entrada. Fíjense ustedes que ese tipo de “socialismo” resulta aceptable al paladar hasta de los imperialistas yanquis, tan reacios siempre a tolerar lo que es de procedencia extranjera.

Parecería que hay socialismo para todos los gustos, como sucede con la pasta italiana, por ejemplo, o con la gran variedad de recetas para preparar las hayacas navideñas nuestras. Igualmente, muchos son los que ahora se disfrazan de socialistas para ocultar su identidad pequeñoburguesa, sobre todo en tiempos de carnaval, como en estos días.

Jerónimo Carrera Por: Jerónimo Carrera

Uno de los aspectos que deberían llamar más la atención respecto a la situación revolucionaria que hemos estado viviendo los venezolanos desde hace ya unos veinte años, cuando la masacre de Caracas abrió en aquel febrero-marzo de 1989 una nueva etapa de la vida nacional, es la ausencia de un centro de dirección colegiada que trace el lineamiento estratégico –con sus variaciones tácticas necesarias y adecuadas- para poder llevar a buen puerto tan complicado proceso, pese a sus inevitables y peligrosas dificultades.

De todos modos, cada día se hace más evidente que la falta de unos apropiados organismos de dirección colectiva, en lo político y tanto a nivel nacional como regional y local, entorpece la actividad misma del aparato gubernamental.

En otras palabras, la eficacia administrativa sufre por carencias elementales que sólo pueden ser subsanadas con un trabajo de equipo, y para ello es indispensable romper con el personalismo –y de modo muy particular con el nefasto nepotismo que nos caracteriza desde tiempo inmemorial- como primer paso hacia una buena administración pública.

La maquinaria estatal no puede funcionar en forma eficiente si en ella priva el individualismo, si no cuenta con dirigentes orientados ideológicamente hacia metas comunes. Lo cual solamente es posible si esos dirigentes comparten un programa, colectivamente elaborado, cuya aplicación exitosa sea tarea de todos ellos.

Un programa de gobierno es algo radicalmente distinto de un poema, pues no es un acto de inspiración personal, sino el resultado de un muy cuidadoso estudio de la realidad de esa sociedad por un conjunto de especialistas, expertos en todos los campos científicos que sean requeridos para lograr un resultado exitoso. Y la base esencial del buen éxito, obviamente, es la planificación.

Pienso que quizás algunos de los lectores de esta Óptica, y sé que en el exterior de Venezuela cuento con unos cuantos de ellos, al leer estas frases anteriores se preguntarán qué las motivan. Por lo tanto me adelanto a aclarar que solamente están inspiradas por una sana preocupación, en un venezolano comunista y también fervoroso bolivariano, de edad ya avanzada, ante la posibilidad de repetirse aquí las frustraciones que en muchos otros países se han sufrido en situaciones análogas.

Es hora de que comprendamos bien, y que lo haga el mayor número posible de nosotros, lo que significa realmente el objetivo por el cual luchamos. En especial, cuando se trata de la construcción de una sociedad basada en el modo de producción socialista, es lógico y elemental que sus partidarios tengamos que explicar claramente la metodología a emplear.

Como en el caso de la preparación de ciertos platos de comida para los cuales hay toda una diversidad de recetas culinarias, con el socialismo debemos saber escoger muy bien el tipo de socialismo que queremos, pues la verdad, y nadie lo ponga en duda, es que el recetario es amplísimo.

Uno de los más renombrados es el sueco, sin duda, pero parece que no funciona bien sino en los climas nórdicos, con mucha nieve, y quizás por eso mismo no pasa de ser otra cosa que un plato frío, simplemente bueno como entrada. Fíjense ustedes que ese tipo de “socialismo” resulta aceptable al paladar hasta de los imperialistas yanquis, tan reacios siempre a tolerar lo que es de procedencia extranjera.

Parecería que hay socialismo para todos los gustos, como sucede con la pasta italiana, por ejemplo, o con la gran variedad de recetas para preparar las hayacas navideñas nuestras. Igualmente, muchos son los que ahora se disfrazan de socialistas para ocultar su identidad pequeñoburguesa, sobre todo en tiempos de carnaval, como en estos días.

Jerónimo Carrera