lunes, 20 de abril de 2009

Ver como pdf 20-04-2009 Entrevista al historiador israelí Shlomo Sand “El judaísmo no es una esencia, sino una gran religión”


Pierre Barbancey
L’Humanité

Traducido para Rebelión por Julia Majlin y revisado por Caty R.


El historiador israelí Shlomo Sand vuelve a cuestionar los mitos fundadores de Israel e incluso la existencia de un pueblo judío (1). En esta entrevista a L’Humanité, el autor desarrolla las ideas fundamentales de su libro: ¿Cómo se inventó el pueblo judío?*

¿Cuál es el origen de este libro? ¿Se trata, en principio, de una preocupación puramente israelí o también se relaciona con el resto del mundo?

Existe un interés, que por otra parte me sorprende, que se expresa un poco por todas partes: ¿Por qué escribí este libro? Esa idea de la que dudé durante mucho tiempo, la existencia de un pueblo judío, no es algo nuevo. Basta con echar una mirada alrededor para darse cuenta de que los judíos no tienen un mismo origen, como se dice comúnmente. Desde esta idea que critica las visiones racistas con respecto a los judíos, llegué a la escritura de un libro. Pensé que, como historiador, era mi deber enfrentarme a una de las cosas más importantes de la conciencia histórica de los israelíes. De los judíos israelíes, pero también de muchos judíos del mundo. Esta visión es que antaño habrían venido de una patria que se llama Judea o Palestina o, como se dice en la terminología sionista, la “Tierra de Israel”. Ese pueblo habría errado durante dos mil años, habría llegado a Moscú, habría dado la vuelta y estaría de regreso. Esa es la idea que legitima la colonización de Palestina que lleva a cabo el movimiento sionista. En cada etapa de este trabajo, me chocaba constatar el abismo que existe entre los trabajos realmente profesionales procedentes de medios restringidos universitarios y la conciencia histórica de la gente, en Israel y en otros lugares. Basta con leer los manuales franceses en los que se habla del exilio del pueblo judío. El libro concluye con una pregunta política: “¿Por qué hablo?”. El “porqué” contiene el deber del historiador pero también mi faceta política para cambiar la vida y las opiniones. Es esencial para cambiar la sociedad en la que vivo, que se encuentra sumergida en una crisis y un conflicto permanentes. “El judaísmo no es una esencia, sino una gran religión”

Pierre Barbancey
L’Humanité

Traducido para Rebelión por Julia Majlin y revisado por Caty R.


El historiador israelí Shlomo Sand vuelve a cuestionar los mitos fundadores de Israel e incluso la existencia de un pueblo judío (1). En esta entrevista a L’Humanité, el autor desarrolla las ideas fundamentales de su libro: ¿Cómo se inventó el pueblo judío?*

¿Cuál es el origen de este libro? ¿Se trata, en principio, de una preocupación puramente israelí o también se relaciona con el resto del mundo?

Existe un interés, que por otra parte me sorprende, que se expresa un poco por todas partes: ¿Por qué escribí este libro? Esa idea de la que dudé durante mucho tiempo, la existencia de un pueblo judío, no es algo nuevo. Basta con echar una mirada alrededor para darse cuenta de que los judíos no tienen un mismo origen, como se dice comúnmente. Desde esta idea que critica las visiones racistas con respecto a los judíos, llegué a la escritura de un libro. Pensé que, como historiador, era mi deber enfrentarme a una de las cosas más importantes de la conciencia histórica de los israelíes. De los judíos israelíes, pero también de muchos judíos del mundo. Esta visión es que antaño habrían venido de una patria que se llama Judea o Palestina o, como se dice en la terminología sionista, la “Tierra de Israel”. Ese pueblo habría errado durante dos mil años, habría llegado a Moscú, habría dado la vuelta y estaría de regreso. Esa es la idea que legitima la colonización de Palestina que lleva a cabo el movimiento sionista. En cada etapa de este trabajo, me chocaba constatar el abismo que existe entre los trabajos realmente profesionales procedentes de medios restringidos universitarios y la conciencia histórica de la gente, en Israel y en otros lugares. Basta con leer los manuales franceses en los que se habla del exilio del pueblo judío. El libro concluye con una pregunta política: “¿Por qué hablo?”. El “porqué” contiene el deber del historiador pero también mi faceta política para cambiar la vida y las opiniones. Es esencial para cambiar la sociedad en la que vivo, que se encuentra sumergida en una crisis y un conflicto permanentes.

¿Cómo maneja usted el concepto de judío? ¿Y el de israelí?

Soy muy israelí. De origen judío. Mi bagaje cultural no es europeo, es sobre todo israelí. ¡Mis primeras palabras de amor fueron en hebreo! Es interesante comprobar que el sionismo no se reconoce dentro del pueblo israelí, sigue hablando del “pueblo judío”. Por consiguiente, ni el nacionalismo árabe ni el sionismo reconocen el hecho de que en Oriente Próximo han nacido una sociedad, una cultura e incluso, se puede decir, un nuevo pueblo que habla una lengua. Por lo tanto, no existe una cinematografía judía, sino un cine israelí. No existe el teatro judío, y sí un teatro idish. No hay una literatura judía y sí una literatura israelí.

¿Por qué el sionismo se comporta tan terriblemente mal frente a su propia creación? Para el sionismo, tanto de derecha como de izquierda, la sociedad israelí es una rama del pueblo judío. Para el nacionalismo árabe, también es una rama de una invasión judía en Oriente Próximo. Es el mismo concepto, que no quiere reconocer los hechos. Así fue como empecé a abordar la legitimación histórica del sionismo. La escritura de propiedad del sionismo sobre la tierra palestina es la Biblia. Después de explicar qué es un pueblo, qué es una nación, en teoría, el primer capítulo del libro está en Biblia. Allí me apoyé en los trabajos de arqueólogos israelíes, incluso sionistas. Ellos se han encargado de poner de relieve la diferencia entre los descubrimientos arqueológicos y los relatos bíblicos. Pero desde mi punto de vista no han ido lo suficientemente lejos. Por ejemplo, la salida de Egipto, no ocurrió. Sin embargo, yo estaba convencido de que fue un hecho histórico. Como documento histórico, la Biblia no es válida. Comencé a buscar en qué momento se convirtió la Biblia en un libro histórico.

En principio porque tres categorías, en la historia, han hecho una lectura de la Biblia. Y no son en absoluto los judíos. Son los caraítas (movimiento judío “escriturista” que cuestiona el monopolio de los sabios de Israel en materia de exégesis bíblica. NDLR), los protestantes y los sionistas. La auténtica Biblia de la fe era el Talmud. Por lo tanto, demuestro cómo en la historiografía del siglo XIX, que empezó a cristalizar en torno de la idea nacionalista judía, el primer modelo es la idea de nación alemana. Una idea nacional que no es republicana, que no es cívica, que se apoya en la noción “de dónde venimos” y no “adónde vamos”, como la idea nacional de Francia o Estados Unidos.

De esta manera se creó una historia lineal, completamente imaginaria, que empieza con la Biblia. Por eso digo que la Biblia sirve como escritura de propiedad para el sionismo. La idea principal, y de una increíble riqueza literaria, es que esta línea ideológica no es histórica en absoluto. Lo mismo que la Odisea de Homero, que no es un libro histórico aunque contiene relatos históricos. Es un libro legendario, fantástico, poético, como la Biblia. El sionismo (y también el pre sionismo), que comienza con la idea de nación judía, forja la Biblia y la toma como el principio de un largo relato: la historia del pueblo de Israel. Demuestro que se trata de una leyenda que ya se había visto en la escritura bíblica que apareció mucho más tarde que la historia que se cuenta. Además, no estoy tan seguro que haya existido un monoteísmo judío en la región antes de la destrucción del segundo Templo, antes de la destrucción del reino de Judea. Hay muchos arqueólogos que piensan que jamás existió un gran reino de Israel. Alguna vez existió un pequeño reino de Israel y un pequeño reino de Judea. Fui mucho más lejos apoyándome en investigadores no israelíes, que han demostrado que la Biblia es un simple escrito movilizador para crear un pueblo elegido por dios.

¿Después aborda la noción del exilio?

El exilio es el fundamento de todas las creencias nacionales en Israel. Y no sólo en Israel. Imagino que muchos comunistas en Francia utilizan el término de “diáspora”. Todos los niños en Israel saben que en el año 70 d.C., Tito mandó al exilio al pueblo judío. Fui a la biblioteca para consultar los libros sobre el exilio. El exilio es un elemento fundacional de la historia de los judíos, ¿cierto? ¿Puede creer que no existe ni un solo libro de investigación sobre el exilio? Los especialistas saben, por lo tanto, que el exilio no existió, ¡pero el pueblo debe aprender que existió un exilio! Si nunca existió el exilio, ¿qué hacemos ahí, en Palestina?

Entonces investigué para conocer el destino de esos judíos que no partieron al exilio. Algo pasó con ellos. Para gran sorpresa mía, descubrí que Ben Gurion, gran sionista, creía, hasta finales de los años 20, que los auténticos descendientes de los “Judéens” (término que utilizo en el libro), eran los campesinos palestinos que nunca abandonaron el país. Hubo élites que emigraron. Pero, como siempre ocurre en la historia, los amplios sectores de productores de alimentos no se fueron.

Sobre todo porque no eran pescadores ni comerciantes. No pienso que los palestinos sean los verdaderos descendientes, la región fue un lugar de paso de muchos conquistadores y se puede pensar que todos dejaron sus huellas biológicas. Los palestinos son un pueblo de mezclas, exactamente igual que cualquier otro pueblo del mundo. Entonces, si no se exilió a los judíos, ¿dónde vivían? No había prestado atención a que el reino de Judea obligó a convertirse a todos los pueblos de su entorno. Al principio con la espada, como cualquier religión, y después con el convencimiento. El judaísmo hizo proselitismo hasta la victoria del cristianismo. Después se convirtió en una religión encerrada en sí misma. Cada vez encontré más huellas de ese proselitismo, y no únicamente entre los bereberes a quienes «judaizaron». Pero, ¿sabe? No encontré nada históricamente. He sacado cosas que se barrieron bajo la alfombra, que se dejaron al margen para crear una narrativa nacional lineal. Las organicé de otra forma y apareció otra historia de los judíos completamente antirracista. El judío no es una esencia. Es una gran religión. No se pueden entender las culturas del mundo occidental (en el sentido de “no asiáticas”) sin el judaísmo, sin la presencia de la religión judía. Pero el judaísmo nunca fue un pueblo, sino siempre una religión proselitista. Pienso que el origen del 80% de los judíos del siglo XX está en el este de Europa. Sobre todo jázaros y eslavos. Por lo tanto, el origen del judaísmo es plural.

A fin de cuentas, si hablamos del Israel posterior a 1948, ¿cuál es el significado de sus investigaciones?

Mi tesis, que demuestra la pluralidad de los judíos con una increíble riqueza de orígenes, contradice la política identitaria de Israel. En Israel tenemos un régimen profundamente no democrático, porque es un régimen que no pretende servir a la sociedad, sino a la etnia judía de todo el mundo; es decir, que no es un Estado de los israelíes. No se dice que Israel pertenece a los israelíes. ¡En absoluto! Pertenece a Alain Finkielkraut y a Bernard-Henri Lévy más que a un colega mío de la universidad que nació en Nazaret. Esta profunda contradicción de la ciudadanía israelí hará que estalle y está en contradicción con todas las razones históricas que adelanto en mi libro. En Israel, subrayar que el judaísmo es una etnia define un Estado que no es “democrático”, sino “etnocrático”. Pero BHL y Finkielkraut no quieren vivir bajo la soberanía judía.

Por lo tanto, es un Estado que tiene muchos problemas, que ocupa a otro pueblo sin ningún derecho, se define como un Estado que no sirve a sus propios ciudadanos. Esto contradice la visión histórica que he enunciado. La idea de etnia es una idea completamente legendaria. Me indigno como historiador, pero también como ciudadano y como persona implicada en la política. Quiero “des-sionizar” a la sociedad israelí. Pero, insisto, como proyecto político adopto siempre la idea de dos Estados pero no para dos pueblos. Dos Estados para dos sociedades. Acepto la hegemonía de la cultura judía-israelí, pero no acepto su exclusividad. No creo que se pueda proponer a los judíos israelíes que, de la noche a la mañana, se conviertan en una minoría.

Es necesario que Israel se retire de todos los territorios ocupados. Pero subrayo en el final del libro que el día que llegue la paz a las fronteras de 1967, nacerá la verdadera pesadilla: que los jóvenes palestino-israelíes, acabando con el miedo que inculcó la Nakba a varias generaciones de palestinos, no aceptarán el hecho de vivir en un Estado que no es su propio Estado. No les han invitado a ese Estado como a los inmigrados. Estaban ahí antes que nosotros. Tienen derecho al voto, son ciudadanos, pero desde el punto de vista psicológico, simbólico, jurídico, no es su Estado.

En España, nadie dice que el estado pertenece a los castellanos. En Gran Bretaña, no hay ningún loco que diga que es de los ingleses. Pero ésa es la realidad en Israel. El centro dice que el estado no pertenece a sus ciudadanos sino a la clase lingüística-cultural dominante que se denomina “judía”. Después de mi libro, probablemente no se sabe muy bien qué es ser judío. Pero en Israel se sabe perfectamente, quiere decir: “no ser árabe”. Es una catástrofe. Esto puede transformar Galilea en un Kosovo. La política sionista consiste en decir y repetir que el Estado de Israel no es un Estado de los ciudadanos israelíes porque es un Estado de los judíos.

¿Cómo se sale entonces del hecho de que todos los partidos que hay en Israel son sionistas ó árabes, con la notoria excepción del Partido comunista?

Asistimos a un fenómeno que perdura desde hace mucho tiempo. Están los partidos árabes de izquierda, los partidos de izquierda judíos. Fue a partir de l965 y la escisión del Partido comunista cuando quedó claro que no es posible crear un gran partido político de masas compuesto por árabes y judíos. La razón principal es que la izquierda dominante siempre fue sionista y, por lo tanto, siempre insistió para que el Estado de Israel fuera judío. Lamentablemente, también existen los mitos en el otro campo, es decir, en el árabe. Para mí es difícil decirlo porque soy un privilegiado, porque soy judío en el Estado de Israel. Pero mientras siga existiendo este oxímoron desarrollado por los líderes palestino-israelíes que reconocen al Estado de Israel y al mismo tiempo exigen el derecho al retorno de los refugiados palestinos, no será posible crear un gran movimiento de izquierda, exactamente de la misma forma que, mientras persista dicho oxímoron, el Estado judío no podrá ser democrático. Hay que hacer un enorme trabajo para descomponer los mitos. Existe una juventud israelí que últimamente votó por un candidato que, como todo el mundo sabe, no es sionista, el candidato a diputado comunista Dov Khenin. Es la primera vez en Israel que un candidato a la alcaldía de Tel Aviv, no sionista, recaba el 34% de los sufragios. Como diría Gramsci, es necesario tener “el pesimismo de la inteligencia y el optimismo de la voluntad”. Escribí este libro con un gran pesimismo, pero con una fuerte voluntad de cambio.

(1) De la Biblia al estatuto de los israelíes, el itinerario de un historiador poco común

Al escribir su libro, fruto de muchos años de investigaciones desprovistas de tabúes, Shlomo Sand conocía la evidencia a la que exponía. Sin embargo, se expresa como historiador y no como iconoclasta. Nacido en 1946, cursó sus estudios de Historia en la universidad de Tel Aviv y en la École des hautes études en sciences sociales (Escuela Superior de Estudios en Ciencias Sociales) de París. Desde 1985, enseña Historia contemporánea en la universidad de Tel Aviv. Considera que los mitos son gigantes con pies de barro. A la menor sacudida, por la más mínima fisura, se tambalean. Es sin duda lo propio del mito: su cohesión se basa más en una creencia edificada en la arena que en la realidad histórica. Peor todavía, de hecho se han construido a contrapelo, pasando por encima del pasado para reconstruir el presente.

Shlomo Sand necesitaba una cierta dosis de valentía para arremeter con esta historia, la del llamado pueblo “elegido”, para plantear las cuestiones que merodean por millones de cabezas y atreverse a responderlas. ¿Cuándo se creó el pueblo judío? ¿Hace cuatro mil años o por la pluma de los historiadores del siglo XIX que forjaron un pueblo a su voluntad para crear después una futura nación? ¿Qué relación tiene con la religión? Con estos puntos de partida, Shlomo Sand interroga sobre la realidad de un “estado judío”, lo enfrenta al término “democracia” y encuentra allí un oxímoron. A cambio, explora la ciudadanía israelí, única garantía de una posible igualdad entre todos los ciudadanos de Israel, tanto árabes como judíos.

En Francia, los guardianes del Templo montaron en cólera. El diario Le Monde, que omitió señalar la aparición de la obra a sus lectores, ha presentado a un profesor universitario francés que acusa a Shlomo Sand de racista. ¡Ni más ni menos! Es decir, que ciertos temas o debates son difíciles, a veces imposibles, de abordar en nuestro país, como si la más mínima crítica a Israel o a sus mitos fundacionales revelase un antisemitismo o la voluntad de hacer que desaparezca ese Estado. Sin embargo, Tom Segev, uno de los grandes historiadores israelíes, calificó el libro de Shlomo Sand –que apareció en Israel en la primavera de 2008- de “fascinante y estimulante”. Es lo mismo que decir que el futuro del mundo se apoyará más sobre los pueblos que sobre los mitos. Con todos los respetos a quienes imparten lecciones y quisieran acaparar la voz pública para hacerla callar.

* When and How Was the Jewish People Invented ?, Tel Aviv, Resling, 2008 (en hebreo). En francés: Comment le peuple juif fut inventé – De la biblie au sionisme, París, Fayard, 2008.
Texto original en francés: http://www.humanite.fr/Le-juif-n-est-pas-une-essence-c-est-une-grande-religion