lunes, 17 de marzo de 2008

Intentos secesionistas de camarilla del Dalai condenados al fracaso




Los recuerdos del horror revivían nuevamente. Los disturbios que estallaron el viernes en Lhasa recordaron dos motines anteriores en 1959 y 1989, solamente en su crueldad y en los siempre indiscutibles vínculos con el Dalai Lama.

El 10 de marzo, más de 300 monjes del Monasterio Zhaibung se lanzaron al centro de Lhasa. Los monjes, que supuestamente estaban convertidos a la paz, se mostraron ultrajantes y agresivos, y se enfrentaron flagrantemente a las fuerzas de seguridad.

En el monasterio Sera, diez monjes enarbolaron banderas del llamado gobierno tibetano en el exilio y gritaron "independencia tibetana". En los días siguientes, unos cuantos monjes corearon lemas de independencia y desafiaron a oficiales que estaban manteniendo el orden. Cal y agua hirviendo fueron arrojadas sobre los que los rodeaban y llovieron las pedradas.

En intentos llamativos para crear sensacionalismo, tres monjes del monasterio Zhaibung laceraron sus cuerpos con cuchillos y se tomaron fotografías entre ellos, fotos que iban a ser utilizadas para culpar a otros del daño que se estaban infligiendo ellos mismos, dijo la policía.

Las refriegas se tornaron violentas y las pérdidas fueron graves. El viernes, la multitud desató una oleada de destrucción y no discriminaron a nadie a lo largo de su camino. Los amotinados prendieron fuego a edificios, quemaron docenas de vehículos policiales y particulares y saquearon bancos, escuelas y tiendas. Civiles inocentes fueron acuchillados, apedreados y fustigados. Por lo menos diez murieron, principalmente por quemaduras.

En el impresionante grado de crueldad que los tibetanos locales dijeron que no habían visto en toda su vida, "brutal" era una subestimación de la imagen real, pero la palabra fue reservada solamente para la muchedumbre, y no para los policías.

Durante todo el incidente, los oficiales de la policía de Lhasa mostraron una gran moderación. Se mantuvieron pacientes, profesionales y recibieron órdenes de no utilizar la fuerza. Con un espíritu humanitario, rescataron inclusive a los monjes malévolos que buscaban crear sensacionalismo hiriéndose ellos mismos. Pero tal moderación fue recibida con una maldad todavía mayor.

Jóvenes oficiales --padres, esposos y hermanos-- fueron apedreados, maltratados, acuchillados y apaleados, como cualquier otra víctima inocente. Doce de ellos resultaron heridos gravemente, dos de ellos están en condición crítica.

Tal hostilidad no fue la "no violencia" que pregona el Dalai, sino lo que practica el "reverenciado" monje. Líderes religiosos, tibetanos locales y otros residentes se expresaron en términos de condena contra el motín.

Es obvio que el más reciente sabotaje bien planeado en Lhasa es otro ejercicio sangriento de la conspiración política de la camarilla del Dalai.

La camarilla del Dalai huyó a la India después de su fracasada rebelión armada en 1959, pero no estuvo dispuesta a decir adios a su privilegio bajo la servidumbre feudal ni a ver un nuevo Tíbet próspero.

Desde los frecuentes asaltos armados a lo largo de las áreas fronterizas en los años de 1960, hasta el sangriento motín de Lhasa en 1989, las actividades secesionistas apoyadas por la camarilla del Dalai no han parado nunca.

En años recientes, la camarilla del Dalai ha estado diciéndole al mundo de que ya dejó de buscar la "independencia tibetana". Sin embargo, esa es simplemente otra enorme mentira.

En un esfuerzo por exacerbar a la comunidad internacional para que vincule "el asunto de Tíbet" con los Juegos Olímpicos de Beijing, él pregonó reiteradamente durante sus frecuentes viajes internacionales que el año 2008 es de importancia clave y que los Juegos Olímpicos serán la "última oportunidad" para los tibetanos.

¿Cómo puede la camarilla del Dalai justiticarse a sí misma cuando el Congreso Juvenil Tibetano prometió buscar la "independencia del Tíbet" a costa de sangre y vidas en una declaración del 10 de marzo, que dice "¿no dejarán nunca la lucha por la independencia de Tíbet?"

Desde el 10 de marzo, el grupo lanzó una llamada "Marcha al Tíbet" en la India. Los organizadores proclamaron que una vez que fueran bloqueados fuera de China, harían protestas e instigarían a seguidores a seguir su ejemplo haciendo alborotos en el interior de China.

Después de que estallaron los disturbios en Lhasa, la camarilla del Dalai mantuvo contactos en tiempo real por medio de diversos canales con los amotinados y dictó instrucciones a sus más fieles seguidores y sincronizó sus movimientos, dicen fuentes policiales. La evidencia se levantó una vez más contra la proclamación de la camarilla del Dalai de "no-violencia", lo cual los expuso como una pandilla de mentirosos.

Ha sido un concepto común de la comunidad internacional que Tíbet es parte inseparable de China. Ningún país en el mundo reconoce al llamado "gobierno tibetano en el exilio". La serie de farsas y sabotajes de la camarilla del Dalai fue rechazada enérgicamente por la comunidad internacional.

El 10 de marzo, varios separatistas tibetanos protagonizaron una ceremonia de encendido de la antorcha enfrente del antiguo sitio arqueológico de Olimpia en Grecia, para protestar contra los próximos Juegos que se celebrarán en Beijing. El muy ridiculizado episodio terminó tan pronto como la policía dispersó al grupo.

La "marcha al Tíbet" en la India fue otro acto fallido porque la muchedumbre fue recibida por la policía india a medio camino.

Todos estos actos revelan y continuarán demostrando que los intentos maliciosos del grupo del Dalai para desestabilizar Tíbet, en las formas que sea, no tendrán éxito, porque dichos esfuerzos van en contra de la voluntad popular de la comunidad internacional y de los 2,8 millones de personas que viven en la Región Autónoma del Tíbet.(La oficina de Xinhua en Lhasa contribuyó a la elaboración de este reportaje.)(Xinhua)
17/03/2008

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