lunes, 12 de abril de 2010

Marxismo-leninismo: el arma de las masas trabajadoras


La lucha de los pueblos no conoce de fronteras, así como la política agresora del imperialismo no reconoce fronteras ni legalidad alguna.
Esta es una verdad constatada históricamente.
En la misma medida que el capitalismo se ha desarrollado en un conjunto de potencias con su propia lógica expansionista, producto del saqueo colonialista y neocolonialista lograron acumular el poderío político, económico y militar necesario para apoderarse paulatina y literalmente del mundo.
El capitalismo desarrollado –asentado en estas potencias– precisa del capitalismo subdesarrollado –con las riquezas y potencialidades del llamado tercer mundo–, por lo que diversos conflictos desde 1898, con la guerra hispano-norteamericana, se han producido por la competencia inter-imperialista para el dominio de materias primas, mercados y mano de obra barata.
El primero de estos conflictos, de magnitudes globales, que evidenció la consolidación del imperialismo como fase superior de desarrollo del capitalismo y el alcance de las contradicciones inter-imperialistas, fue la llamada Primera Guerra Mundial, cuando ya las potencias habían copado el orbe y sólo correspondía combatir entre ellas buscando despojarse mutuamente de los territorios ocupados.
No sin razón, el incipiente movimiento comunista internacional la denunció como una guerra imperialista, basado en los objetivos reales que pretendía y los intereses a los que servía.
En este marco, además, nace la gran Revolución Bolchevique en Rusia, que marca –simultáneamente a la consolidación del imperialismo– el inicio de la Era histórica del tránsito del capitalismo al socialismo.
Percibiendo esto el imperialismo, los Ejércitos de casi una veintena de países se unieron en «santa cruzada» contra el naciente Estado de Obreros y Campesinos. Querían ahogar al niño aún joven, antes de que se consolidara y fortaleciera como el enorme referente esperanzador político-ideológico en el que se constituyó.
La elevada cuota de sacrificio del pueblo ruso y su Ejército Rojo resistió la embestida imperialista, consciente de que la propuesta del Poder Soviético representaba sus anhelos de liberación y de avance a una sociedad superior.
Así, durante casi un siglo, el imperialismo ha combatido al que sabe que es su enemigo mortal: el marxismo-leninismo.
Carlos Marx y Federico Engels brindaron a la humanidad la síntesis integral de los elementos conceptuales para interpretar y transformar el mundo, la «guía para la acción».
Vladimir Ilich Lenin desarrolló el marxismo, adaptándolo a las condiciones del desarrollo capitalista en su fase imperialista y legó a los comunistas del mundo las normas de organización necesarias para cumplir con el papel histórico al que está llamada la clase obrera y su vanguardia.
Por eso, el marxismo-leninismo es una unidad indisoluble, un concepto dialéctico con el que se resuelve ideológicamente qué hay que hacer y políticamente cómo hacerlo.
Entre las muy diversas formas de ataque que el imperialismo ha ejercido contra su contrario antagónico, es decir, contra las masas trabajadoras armadas con la doctrina marxista-leninista, resalta la intención de imponer como verdad el supuesto negado de la pérdida de vigencia de estos postulados realmente revolucionarios, especialmente el referido a la lucha de clases.
Se ha pretendido encubrir la existencia de esta lucha medular incluso mimetizando las clases con términos como sectores o grupos sociales.
La experiencia reciente del mundo, y destaca en ella el proceso que se desarrolla en Venezuela, pone de relieve la enorme vigencia de los postulados del marxismo-leninismo y resultantemente de la lucha de clases.
En Venezuela durante las últimas dos décadas, muchos y muchas renegaron de estos postulados y otros tantos y tantas acusaban al Partido Comunista de trasnochado, de haberse quedado en la época de la URSS, de no adaptarse a los nuevos «tiempos modernos».
Sin embargo –estoicamente, como le correspondía– el PCV ha sido la única organización que mantuvo y mantiene invariablemente en alto las banderas marxistas-leninistas y de la lucha de clases como motor de la historia, pero no como propiedad exclusiva y excluyente, sino como filosofía de vida y de combate.
El PCV, en su quehacer diario, ha puesto y pone a la orden de las masas trabajadoras su experiencia nacional e internacional de casi 80 años. Lo que está en juego es el destino de la Patria.

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